ENRIQUE CURIEL
18 oct 2000 . Actualizado a las 07:00 h.El acuerdo verbal sin firma entre palestinos e israelíes pone de relieve la debilidad política de sus autores y la carencia del liderazgo necesario para su aplicación. El acuerdo de mínimos de Sharm el Sheij inspira pocas esperanzas. La posibilidad de que se recupere el nivel de confianza imprescindible para retomar las negociaciones de paz frustradas, una vez más, en Camp David en julio son remotas. Cuando Ariel Sharon impuso su presencia en la Explanada de las Mezquitas tenía que ser consciente de que la provocación, además de disparar la espiral de acción-reacción con los palestinos, atrapaba a sus adversarios en un momento de gran deterioro político y permite sospechar que la crisis ha sido el resultado de una calculada estrategia de desestabilización. Barak se encuentra en una situación muy comprometida desde el punto de vista parlamentario, sometido a mociones de censura, sin mayoría y con el riesgo de verse obligado a constituir un gabinete de emergencia con la incorporación del Likud y de Ariel Sharon. Los últimos sondeos manifiestan la recuperación electoral de Netanyahu que podría ser una seria amenaza para Barak y disputarle la presidencia en las próximas elecciones generales. Arafat tampoco se encuentra en una coyuntura cómoda. La posibilidad de que sus posiciones se vean desbordadas desde dentro de la OLP son ciertas y explican su resistencia a viajar a la cumbre de Egipto al no disponer de garantías sobre el cese de la violencia desencadenada por el Ejército israelí. Las imágenes del niño palestino muerto en los brazos de su padre, o las escenas del linchamiento de los tres soldados israelíes en Ramala, pueden suponer un alejamiento indefinido de cualquier esperanza de paz y el retorno de los halcones en la gestión del conflicto. Así las cosas, no sólo se frustra la continuidad del proceso de paz abierto en Madrid y en Oslo, sino que la desconfianza acumulada puede tener un efecto letal durante mucho tiempo. Por último, Clinton que asumió en Camp David una iniciativa de alto riesgo en el final de su mandato, puede castigar, indirectamente, las posibilidades del candidato Al Gore. Y como telón de fondo, la preocupación sobre el impacto de la crisis en los precios del petróleo y la incertidumbre que genera en las economías desarrolladas.