A punto de cumplirse un año del devastador incendio causado por un rayo, el santuario de Muxía está prácticamente preparado para recuperar su actividad
13 dic 2014 . Actualizado a las 10:47 h.El «custe o que custe» del presidente de la Xunta, que tanta polémica levantó, justo después de la catástrofe, se ha cumplido y el santuario de Nosa Señora da Virxe da Barca de Muxía está prácticamente reconstruido a solo dos semanas de se cumpla un año del devastador incendio que destrozó el tejado y el retablo del altar mayor en la mañana de Navidad del 2013.
Y al final tampoco ha costado tanto, al menos para las arcas públicas, porque los 757.197 euros de las obras los ha puesto el Arzobispado de Santiago, mientras que la Xunta aportó los 21.462 que costó la redacción del proyecto constructivo. Un plan de trabajo que, como explica la directora de obra, Carmen Rey, de K2C Arquitectas, se ha cumplido tanto en objetivos como en plazos «sin pasarse del presupuesto», con lo que la Iglesia y Patrimonio, más allá de las visitas rutinarias de comprobación, «no pusieron pega alguna».
El resultado es una basílica con un tejado nuevo de pizarra casi idéntico al anterior, aunque montado sobre una moderna estructura de madera laminada «tan bonita que da pena que no vaya a quedar oculta y no se pueda ver», como dice García, ya que está enclaustrada entre la bóveda de ladrillo y las tejas, con un acceso mínimo solo para mantenimiento.
Lo que sí resulta visible es la limpieza y consolidación de los muros de fábrica, la nueva sacristía de castaño macizo, una instalación eléctrica en condiciones y desprovista de remiendos, el pararrayos verdaderamente conectado al suelo y revisado o incluso un moderno sistema de detección de incendios a través de un rayo láser que cruza la basílica y se dispara si se ve interrumpido por el humo. Unas labores de obra civil ejecutadas por Cabero Edificaciones S. L. y multitud de empresas colaboradoras como Sabbia o Parteluz, que se encargaron de la restauración de piezas artísticas con una máxima: «quitar cicatrices» para que quede todo lo más parecido posible a como se encontraba antes, según incide Alberto Santos, uno de los responsables de los restauradores. Y en buena parte, aunque se perdieron muchas piezas, lo han conseguido, como con los ángeles del crucero, obra de Miguel de Romay como el desaparecido retablo del altar mayor, que incluso muestran trazos de su policromía original.
También se pueden observar los defectos: fundamentalmente el agua que rezuma de los muros de 1,80 metros de espesor y seguirá brotando en forma de humedad durante varios años, sin una solución para evitar el ennegrecimiento de las paredes.
Ahora queda por tanto, como dice el párroco Manuel Liñeiro, comprar numerosos útiles litúrgicos «porque se perdeu todo» y que A Barca vaya poco a poco recobrando su alma, a partir de una inauguración aún por confirmar pero que podría darse estas próximas Navidades.