La nueva Europa

Venancio Salcines DIRECTOR GENERAL DEL CESUGA

MERCADOS

31 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El Primero de Mayo fue algo más que el Día del Trabajador, fue el primer día de la recuperación. Mire como se mire, ese mes será mejor que abril, y junio mucho mejor que mayo. La recuperación, si una nueva crisis sanitaria no lo impide, tendrá forma de uve. Lo siento por aquellos que se apuntan, en cada crisis, a augurar el fin del capitalismo. Aquí, lo único que está en debate es la forma de la pendiente y su rostro. Es decir, a qué velocidad recuperaremos y cómo la asumirá nuestra estructura económica.

Y este debate no es menor, al contrario, es de la máxima trascendencia. Tiene tanta que algunos han pensado que era una buena oportunidad para meter a Europa en el taller de chapa y pintura ¿Tenemos daños? Arreglemos el coche. Esto es lo que hay bajo la propuesta del eje franco-alemán. Esto es de lo que hablan. Podrían estar haciéndolo de la desigualdad en España o en Italia, o de un corredor turístico para sus sufridos ciudadanos. Pero no, eso sería hablar del hoy y ellos ya están en el mañana y, con ellos, los 750.000 millones de euros con los que quieren engordar el marco presupuestario plurianual 2021-2027.

Difícil pensar en el día siguiente cuando te acuestas con una reforma laboral y te levantas con otra. Y es que en España hay ahora tres debates: las medidas que amortigüen la caída, que intenta liderar Sánchez con Calviño como eficiente escudera; el cambio de las reglas del sistema, que impulsa un día sí y otro también Pablo Iglesias; y los ejes de la recuperación, liderado y monopolizado por París y Berlín. Curiosamente será este último, el que menos se debata y el que más nos acompañe. Es más, si Calviño es ágil, lo secundará y, al hacerlo, atará a España a una década de necesaria rigidez presupuestaria, impidiendo, con ello, que Iglesias siga aplicando la estrategia de primero gasto y después recaudo, y si no recaudo, expolio. Ese es el espíritu de su impuesto de Patrimonio. Por cierto, figura tributaria que no existe en Europa. No hay principios hacendísticos que la puedan sostener y por tanto, tampoco partidos que se sientan con capacidad, ante su opinión pública, para defenderlo. Efectos colaterales de la ética calvinista.

La Europa que desean reescribir Macron y Merkel pasa por la suficiencia sanitaria, la transición ecológica y digital y el desarrollo industrial endógeno. Es decir, más sostenible, más moderna, más autosuficiente y menos globalizada. Para ello, para impulsar estas medidas y, no otras, es por lo que van a incrementar el presupuesto. Por tanto, no hablamos de mutualizar. Hablamos de una mayor financiación, la cual se esparcirá, en una armoniosa proporción territorial, por el tejido empresarial. Obviamente, este es un paso importante, pero con su letra pequeña.

La nueva Europa no puede despreciar el modelo económico de la Liga Hanseática. Lo exigen las naciones del norte. Y eso significa que cada nación ha de ser su primera línea de defensa en caso de un colapso. Ninguna puede ubicarse en una permanente situación de desequilibrio presupuestario. Los presupuestos nacionales han de crecer cuando lo haga el tejido productivo de un país, y no antes. Estos han de mantener una estricta proporcionalidad con la renta nacional ¿Nos piden mucho? Algunos pensarán que hemos perdido la soberanía, pero lo único que se perderá será el populismo parlamentario.