Solo el talento se adapta al cambio

Luís Pousa Rodríguez
Luis Pousa CON LETRA DEL NUEVE

MERCADOS

28 abr 2019 . Actualizado a las 11:32 h.

Todavía hay nostálgicos que piensan que uno se puede resistir a los cambios que se nos vienen encima. Como si el tsunami tecnológico ya en marcha no se fuese a llevar por delante organizaciones, empresas, puestos de trabajo y otras inercias del pasado que se aferran, como las especies de otro tiempo, a un proceso de extinción irreversible.

Por eso mismo, la única salida de futuro que podemos contemplar es la reinvención. Cada uno tiene asumir que, muy probablemente, en diez años, ocuparemos un empleo que ahora mismo tal vez ni siquiera exista. La obsoleta tradición de estudiar una carrera y conseguir un trabajo fijo -e inmóvil- «para toda la vida» está muerta y no va a resucitar.

Por eso, los ejemplos que muestra este reportaje nos enseñan el camino a seguir. Ya sea por la fuerza -la traumática vía del despido- o por propia iniciativa, la lección que nos dan todos estos emprendedores es que uno no puede darse de cabezazos contra el muro que la Gran Recesión o la revolución de la información ha plantado frente a nosotros. La solución está en la innovación, en la creatividad, que es precisamente la capacidad para adaptarse a las transformaciones que sufre nuestro entorno.

Ya no volveremos a vivir en el mundo sólido de nuestros padres, cuando cada generación progresaba y ganaba en bienestar a la precedente. Ahora habitamos y competimos en el mundo global y solo el talento marcará la diferencia frente a los productos que se pueden vender y comprar a precio de saldo en cualquier rincón del planeta.

Y no lo digo por sumarme de forma gratuita al discurso triunfante de la globalización neoliberal. Lo afirma un matemático de la Universidade de Santiago que, un buen día, decidió convertirse en periodista porque le gustaba escribir. Una razón más para reinventarse. Y lo suscribe un periodista que también escribe libros de poesía -una forma como otra cualquiera de tirar la vida por la ventana- y que está puliendo las últimas frases de su tesis doctoral en Matemáticas. Porque uno nunca sabe cuándo acabará de conocerse a sí mismo.