Agua, el otro petróleo del siglo XXI

Manuel Casal REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

maria pedreda

La FAO afirma que, en los próximos 30 años, el mundo deberá incrementar un 70 % la producción de alimentos; la gestión del líquido elemento será clave para lograrlo

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizás por la inmensidad de los océanos o por la frecuencia con la que llueve en algunas zonas, al hombre contemporáneo le cuesta asumir que el agua es un recurso tan escaso como valioso. Tan cotizado como el petróleo, a tenor de lo que dicen las proyecciones oficiales. Tan raro como el crudo, como acredita el hecho de que el 97,5 % del líquido elemento que existe sobre la faz de La Tierra es salado. O lo que es lo mismo, solo un 2,5 % del agua es dulce y, por tanto, potencialmente aprovechable para el ser humano. El caso es que desde hace tiempo las autoridades mundiales y numerosas entidades han llamado la atención sobre la necesidad de cuidar de un recurso vital para el futuro del planeta.

Quizás el dictamen más concluyente sea el de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuyas proyecciones sostienen que el mundo deberá incrementar un 70 % la producción de alimentos en las próximas tres décadas para alimentar a una población que crece a pasos agigantados. En ese escenario, la gestión del agua, el combustible fundamental para la agricultura, será clave. Y no solo para garantizar el acceso a la comida o los biocarburantes, sino incluso como vía de generación de riqueza. De nuevo las estadísticas avalan la tendencia. El precio de recursos como la soja se ha multiplicado por tres en los últimos años, mientras que el del trigo se ha duplicado.

El caso de España, uno de los grandes productores de alimentos de Europa, resulta paradigmático de los retos que hoy están sobre la mesa. En el conjunto del Estado, el 80 % del consumo de agua se focaliza en la agricultura, mientras que el abastecimiento de los núcleos urbanos se lleva un 14 % y la industria un 6 %. Optimizar el destino del líquido elemento en el campo es, pues, un objetivo clave de cara a un futuro en el que se están realizando importantes esfuerzos llamados a mimar el recurso no solo sin alterar los niveles de producción de alimentos, sino incluso mejorándolos.

El Ministerio de Agricultura asegura que en los últimos años se han modernizado un tercio de los regadíos existentes en el país, lo que ha permitido mejorar el aprovechamiento del agua en numerosas zonas al tiempo que se multiplicaban los rendimientos agrícolas. Paralelamente, la inversión en I+D está rindiendo ya sus frutos y proyectos como los de cultivos hidropónicos -que proporcionan un consumo más eficiente del líquido elemento- profundizan en esta senda. Todo ello se ha visto complementado con la creación de redes de última generación que supervisan y tutelan la calidad y cantidad de agua existente. Es el caso del SAIH (el sistema automático de información hidrológica), que ofrece datos en tiempo real, o el Saica (sistema automático de información de calidad de las aguas).

Seguridad hídrica

Para los responsables del ministerio, el camino es innegociable: «Los sistemas de gestión del agua -sostienen- del siglo XXI no solo deben ser eficaces a fin de proporcionar esa garantía de suministro y así hacer efectiva la que se ha venido en denominar seguridad hídrica. Además, deben ser sostenibles, de manera que permitan a los gobiernos y a sus sociedades atender de manera eficaz y equilibrada los objetivos económicos, sociales y medioambientales asociados a todo modelo de crecimiento». Agricultura considera que España se ha convertido en un referente a nivel europeo por el modelo de gestión integrada del agua pero también por el uso de tecnologías en las que el país es un referente a nivel mundial.

Con todo, y más allá de estos avances, lo cierto es que los cambios meteorológicos (las sequías e inundaciones se han vuelto más frecuentes en algunas zonas) y los nuevos hábitos de consumo han llevado a las autoridades a estimular la idea de que es preciso un compromiso colectivo para el cuidado del agua. Un compromiso en el que pesa el comportamiento de cada agricultor o ganadero (su papel en este ámbito es decisivo habida cuenta de sus elevadas cifras de consumo), pero también de cada ciudadano particular. Una tarea coral para proteger y mimar el otro petróleo de esta era.

ilustración: maría pedreda