En Carelle, donde se proyectó un núcleo turístico, no hay residentes y el Concello instaló una perrera
03 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Una aldea donde no se oyen voces humanas pero sí ladridos. Carelle es un lugar de Muras que aunque está deshabitado, puede esperar tiempos mejores: el Concello cuenta con unas instalaciones, restauradas para uso turístico, que no usa, como publicó ayer este periódico, mientras no se resuelvan los litigios judiciales. Por ahora, de todos modos, algo de uso hay en la zona, al haberse convertido en sede de la perrera municipal.
El gobierno local decidió utilizar unas instalaciones, situadas en la misma parcela de la aldea etnográfica pero de nueva construcción, para llevar allí los perros abandonados que aparecían en el municipio. El recinto tiene cuatro cubículos con sendas puertas y un espacio al aire libre frente a esas dependencias, separadas del resto de la parcela por una valla metálica. La semana pasada había tres perros. El alcalde, Manuel Requeijo, explicó ayer que se había acordado habilitar una perrera porque era frecuente encontrar perros abandonados en el municipio.
Al otro lado de la pista de acceso, que conduce al vecino concello de As Pontes, queda la capilla de San José, que aún se conserva en buen estado, como se ve obsevando sus muros y su cubierta. Dentro aún se guardan imágenes de santos.
Frente al templo, todavía se ve un pequeño palco de piedra, al que se subían los músicos que amenizaban los días de fiesta. No obstante, hace ya bastantes décadas que no se usa, y gente de la zona recuerda que acudió a festejos en ese lugar cuando ya el palco se instalaba en otra finca cercana.