El acusado de agredir sexualmente a una vecina en O Corgo niega haberla chantajeado con difundir vídeos suyos

André Siso Zapata
André S. Zapata LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

El acusado de haber agredido sexualmente a su vecina en O Corgo en el 2016, en la Audiencia Provincial de Lugo
El acusado de haber agredido sexualmente a su vecina en O Corgo en el 2016, en la Audiencia Provincial de Lugo A. SISO

El joven, que se sentó en el banquillo de la Audiencia Provincial de Lugo este martes, afirma que la relación fue consentida, mientras que ella alega presiones, amenazas y violencia

15 jun 2021 . Actualizado a las 18:31 h.

El joven de 25 años, acusado de haber agredido sexualmente a una vecina suya en el año 2016, negó este martes los hechos ante el tribunal de la Audiencia Provincial de Lugo. Se pide para él una condena de trece años de prisión.

Según el escrito de acusación del Ministerio Público, los hechos sucedieron el 9 de noviembre de 2016 por la tarde, cuando el procesado se encontró con la joven, que entonces tenía 18 años de edad, en las inmediaciones de sus respectivos domicilios. El hombre le pidió que lo acompañase a un alpendre próximo, con la intención de mantener relaciones sexuales con ella, pero la joven «no accedió», por lo que el acusado la habría forzado. El chico estuvo en prisión provisional desde el 16 de noviembre hasta el 7 de diciembre de 2016.

Durante la sesión, él fue el primero en prestar testimonio. A las preguntas de la fiscal y de la representante de la acusación particular, el joven, residente en O Corgo por aquel entonces, al igual que la presunta víctima, negó de forma rotunda que la relación sexual que ambos mantuvieron no contase con el beneplácito de la chica. «Cruzámonos de camiño á casa. Empezamos a falar e logo a bicarnos, e fomos os dous para un pendello e tivemos relacións, voluntarias por parte de ambos», explicó. 

Negó haber tenido relaciones con ella en el pasado, a pesar de que se llevaban «ben» desde pequeños, ya que se conocían desde su infancia. En el juicio, admitió que mantenía una relación «boa» con la mujer (eran «primos segundos») y que la que consideraba como una «persoa normal» y «como outra calquera». En el momento de los hechos, él tenía 21 años y ella 18. Aquella tarde, el hombre contó que tuvieron relaciones en aquel pendello, en las que «ela non se queixou nin se negou, e se quixera ter parado podía dicilo ou marchar en calquera momento», según dijo. Admitió que habían practicado sexo sin protección, y que, al terminar, cada uno se fue para su casa sin más contacto, y que no volvió a saber nada de ella hasta el día que se enteró de la denuncia. «Ela sabía ao que íamos, e non puxo resistencia nin nada en ningún momento», concluyó. 

Negó, a pesar de lo que dice el escrito de acusación, haber chantajeado a la joven -que tiene una discapacidad intelectual leve- con «mostrar vídeos suyos» comprometedores. Explicó que no tenía ningún vídeo de ella, y que jamás la había amenazado con filtrar nada. Sin embargo, terminó admitiendo que la joven «non poñía tanto interese» en el acto sexual como sí hacía él. 

La víctima, «afectada de por vida»

Tras él, fue el turno de la comparecencia de la presunta víctima. Ella, tras un biombo para respetar su privacidad, contó una versión de los hechos radicalmente distinta. Según explicó, la relación sexual que mantuvo con el acusado fue provocada por él, y su intención fue, en todo momento la de «escapar de allí». La joven contó que, el día de los hechos, llegó del instituto y se encontró al acusado, que la estaba esperando. Entonces, «me dijo que le acompañara, que quería hablar conmigo», dijo. Ella, desde el principio, defendió que se había resistido a ir con el joven hasta el lugar donde, presuntamente, se consumaron los hechos. «Me agarró de las muñecas muy fuerte, y no me dejaba irme. Me arrastró hasta el pendello, y ya me di cuenta que no quería hablar, sino otra cosa», contó la joven. Según su testimonio, él la amenazó con publicar vídeos privados suyos «si no echaba un polvo»

Según su versión, el chico, de forma «agresiva», comenzó a quitarle la ropa, hasta que quedó completamente desnuda. Fue entonces cuando alega que la agredió sexualmente, y que incluso llegó a consumar el acto sexual, sin protección, dentro de ella. Tras el suceso, ambos se marcharon, cada uno a su casa, sin más contacto. Fue un evento «traumático» para ella, ya que le dejó secuelas psicológicas -tratamiento médico especializado- y físicas -el día siguiente fue trasladada al HULA para un reconocimiento, ya que temía quedarse embarazada y además había sangrado tras el acto sexual-.

La tarde de los hechos, ella solo tuvo energía para contárselo a un vecino que se encontró horas más tarde, pero no a su familia. Ese vecino la ayudó, entre otras cosas, a conseguir una píldora del día después, para evitar un posible embarazo. Al día siguiente, ella acudió a su centro educativo, como habitualmente, pero «todo el mundo notaba que me pasaba algo», según explicó la joven. A raíz de ese comportamiento extraño, una amiga y varias profesoras notificaron a la Guardia Civil, que se personó en el instituto para investigar los hechos. Fue entonces cuando ella fue trasladada al HULA y se originó el proceso que se juzgó este martes en Lugo. 

La carta que casi termina con el proceso

Según contaba la joven, el proceso estuvo a punto de quedar en nada debido a una carta que ella misma escribió. Por motivos que no explicó en profundidad, decidió contarle los hechos sucedidos el día anterior a una de sus amigas a través de una carta. En ella, se explican gran parte de los detalles que, según su versión, vivió en aquel alpendre junto al acusado. Sin embargo, tras adquirir notoriedad en su entorno este suceso, la joven, «para que la gente dejase de hablar de eso y que se terminase el problema», escribió otra carta, en la que decía que «todo había sido consentido», según explicó ella misma en el juicio. Finalmente, tanto las autoridades como ella coincidieron en que aquel texto era fruto del estrés que el evento podría haber causado en ella, y que «no era cierto» lo allí descrito. 

Además, una de las piezas centrales del relato de ambos fueron los presuntos vídeos que él poseía, y que tanto miedo infundían en la joven. Él negó la existencia de los mismos, mientras que ella explicó que era una amenaza recurrente del hombre, y que le llevaba «repitiendo desde que tenía yo 11 o 12 años», explicó. Sin embargo, dijo que nunca había tenido noticia de estos vídeos, ni le había visto nunca grabándola o sacándole fotos. Simplemente, explicó, «me creí que tendría algo porque le tenía miedo».