Noches blancas

Emilio Rodríguez DESDE EL ALTO

LUGO

09 ene 2025 . Actualizado a las 10:53 h.

Ya no nieva como nevaba. Alguno hay que me lo niega: eras tú que lo veías con los ojos de la infancia; pero yo sigo en mis trece. Recuerdo ir de la mano de mi madre o de la Celia del Marcial nevando a ver la cabalgata de los Reyes Magos. Recuerdo a Maricarmen y a mi hermano, pugnando cada cual por meterse entre la gente y alcanzar primera fila en la gloriosa Calle de la Reina. Recuerdo, con la boca abierta, ver pasar las tres carrozas con los Reyes saludando y varios pajes arrojando caramelos. Recuerdo regresar a casa bajo la nieve de la noche negra con los bolsillos reventando. Y subir a la carrera los dieciséis peldaños quejumbrosos de madera de la Edad de Piedra en la procura de alcanzar el horno de la cocina vieja que encendía mamá. Y llegar siempre la Maricarmen la primera, que tenía más pierna, a calentar los pies. Y poner cara de gusto para dar envidia evidenciando el siempre odioso «bobo, chínchate». Y tras llamarla idiota, aguantarnos Nolo y yo, que la boca dulce aplaca rápido el dolor. Y ponernos a contar la recolecta, que ese año gané yo. Recuerdo, proclamando «¡jo, cómo nieva!», salir pitando al comedor a ver nevar la noche negra al otro lado del cristal. Y con la boca dulce, la boca dulce siempre, regresar en estampida a la cocina, reírnos a mandíbula batiente palmeando y berreando: «¡El que fue a Sevilla perdió su silla, chínchate gallina, jajaja…!» Recuerdo… Era como contarte un cuento, un maravilloso cuento en vivo y en directo y tras él venir el sueño, el dulce sueño de esa noche… Me asomo, con la boca amarga, a ver la noche negra en mi ventana aquí en el alto: Ya no nieva como nevaba… La infancia… Claro.