Los incendios forestales en el noroeste peninsular: una cuestión incendiaria

Andrés Osoro

LUGO

Monte quemado en Cervantes en los incendios que afectaron a Os Ancares en el 2017.
Monte quemado en Cervantes en los incendios que afectaron a Os Ancares en el 2017. Carlos Castro

11 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Se habla de una evolución y un aumento de los grandes incendios y de que son causados por la aceleración del cambio climático. Esta cuestión no es cierta. Entre los años 80 y 90 hubo oleadas muy superiores a las que hemos vivido este año. No cabe duda de que aquellos fueron años puntuales y de que desde el 2012 se observa una tendencia a aumentar, pero por este motivo no se le puede echar la culpa al cambio climático, si bien este influye en cierto modo con sequía y aumentando temperaturas, de manera que es más fácil la ignición en los materiales finos, pero hay que tener en cuenta que en el noroeste peninsular el matorral ya tiene de por sí mucha materia seca y poca humedad. Por eso existen los fuegos de invierno, y eso no es culpa del cambio climático y la sequía, sino del combustible y sus características y de los incendiarios.

En el noroeste peninsular se han perdido hectáreas de matorral, pero no todas en detrimento de los pastos (que algunos computan como pasto, pero es pasto arbustivo) sino de las plantaciones forestales, y no cabe pensar que se esté quemando para plantar; sin embargo, todo el sector ganadero, todo, es culpable, algo que demuestra que está muy politizado.

Muchos prados naturales se han perdido por trabas a ganadería y quemas prescritas, siendo un hábitat a conservar únicamente por los ganaderos. Si criminalizamos al sector, esos hábitats desaparecerán.

Precaución con frondosas con suelo cubierto de mucha hojarasca, que tras secarse extremadamente en verano también pueden ser polvorines, pero de baja intensidad.

Jamás se puede criminalizar a un sector por la actuación de uno o unos pocos o de gente asociada a ganadería que no vive de ella y que busca perjudicar a otros. Como se ha visto, es falso que hubiera beneficios con los incendios debido a los acotamientos, ya que esa superficie en cinco años estaba regenerada, por lo que no era declarable ni antes ni después.

Los cortafuegos fueron planteados hace muchos años con la mejor de las intenciones, pero, como se ha visto, no funcionan. Se debería de plantear sembrar los cortafuegos con especies herbáceas autóctonas, sobre todo en zonas de Red Natura 2000, y ceder ese territorio a los ganaderos próximos para su aprovechamiento mediante pastoreo. El pastoreo reduce la biomasa del pasto herbáceo y lo mantiene húmedo por el rebrote, sumándole las condiciones climáticas que aún tenemos en el norte. Puede cerrarse con malla portátil eléctrica para evitar ataques de cánidos y debe de ser financiada porque cumple un servicio ecosistémico. Para la Red Natura es necesario cambiar el marco legal.

Las frondosas no son la solución, como se ha visto; al menos, hasta que sean masas maduras y tengan controlado el sotobosque con la intercepción de la luz solar. Hasta entonces, si se desean implantar, hay que gestionarlas por desbroce o por pastoreo, que sería lo más económico y además se obtendría una producción añadida respetuosa con el medio ambiente.

Cada vez es más difícil, por mucha prevención que se haga, reducir severidades. La única manera sería mediante pastoreo de pequeños rumiantes, concretamente cabras, complementados con equino en algunos períodos del año donde el tojo es dominante. Pero para ello habría que modificar muchas cosas. Si bien no se modifica el estatus del lobo que incide de forma importante sobre la economía de las personas que manejan ese ganado, habría que financiar de manera importante mallas eléctricas portátiles y que los guardas ayudasen a moverlas y mover el ganado con una estrategia de manejo con el fin de reducir el combustible pero que no se extermine totalmente.

Habría que crear centros de conservación, al igual que hay del lobo y otras especies que no son más importantes que otra raza autóctona, de tal forma que en ese centro ubicado en el territorio se criasen en un perímetro cerrado en monte estos rumiantes para que tras el ataque del lobo se puedan reponer y estén adaptados al lugar. Es inviable mantenerlo con razas de otras provincias o la misma raza pero de otro terreno con distintas orografías.

No se pueden condenar especies arbóreas, ya que, como vimos, todo pasa por gestión. Si hay un sotobosque con poca biomasa o herbáceo con altos valores de humedad (un pasto verde), es menos susceptible de arder, salvo que sean fuegos de copas: ahí si tendrían culpa pinos y eucaliptos, Mientras tanto, la culpa es de todos por no gestionar.

La no gestión y la comparación con Yellowstone no es el camino y allí lo sufrieron. No podemos esperar autorregulaciones del ecosistema cuando ya no es que metamos la mano sino que vivimos en él, y para eso hay que gestionarlo o establecer una carga de humanos en el mundo, algo que pienso que nadie se plantea ya que habría que limitar nacimientos.

Los ganaderos no queman el monte, lo hacen los incendiarios. Sí que aparecen incendios causados por gente asociada a ganadería en el noroeste peninsular, pero a veces es por venganzas, reivindicaciones o intentos de fastidiar a ganaderos de verdad que perdían territorio pastable e incluso alguno jamás lo recuperaron porque se reforestó y esa tendencia va a más. No se puede criminalizar un sector que manejó muchos años a la perfección quemas prescritas, que no hicieron desaparecer el matorral sino que lo empleaban, mantuvieron hábitats, etcétera. La verdadera causa de pérdida de superficie de matorral (no de biomasa por hectárea) fue la intensificación en zonas accesibles y continuas repoblaciones por cambios económicos que motivaron aumentar la transformación de superficie para poder vivir.

Al igual que no se debe criminalizar a los ganaderos, tampoco al sector forestal, en el que también se encontraron a ciertos incendiarios que causaban siniestros para tener trabajo. Son incendiarios, no miembros del sector, y manchan la imagen de muchos años. No se deben asegurar cosas sin pruebas ni realizar acusaciones, como hacen algunas personas de investigación que no están a pie de incendio desde el primer día.

El matorral es la cubierta vegetal que más se quema, pero tampoco debe ser despreciada, sino aprovechada como antaño, favoreciendo su persistencia y no promoviendo desbroces y repoblaciones continuas, ya que perjudicaríamos a sectores como el apícola.

Todas las ramas del sector primario tienen cabida en el medio de una forma bien organizada Para todo ello es fundamental concienciar a la población y a partir de ahí a nuestros políticos, porque solo por la vía administrativa de los Estados miembros de la Unión, las Comunidades y los Ayuntamientos pueden generar ese marco normativo y dar las facilidades sugeridas para que esto sea posible.

(Andrés Osoro es presidente de la Sociedad Española de Estudiantes de Ingenierías Agroforestales y alumno del campus de Lugo).