Francisco Narla: «La leyenda negra sobre la conquista de América nos ha pesado demasiado»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

Carlos Castro

El escritor de Lugo presenta este jueves su nueva novela, Balvanera, que relata un robo a la flota de Indias por cuatro peculiares personajes de la «Nueva España»

26 may 2022 . Actualizado a las 21:23 h.

Estamos en el Yucatán del siglo XVI, en las Nuevas Indias en proceso de conquista, en el Imperio donde nunca se ponía el sol, en medio de la reforma y la contrarreforma, con los Austrias en el poder. Ese es el escenario que dibuja Francisco Narla (Lugo, 1978) en su nueva novela Balvanera que presenta este jueves en O Vello Cárcere. El escritor lucense, aunque confirma que tiene deseo de escribir otro tipo de literatura, publica «lo que se espera de Francisco Narla». «Es fundamental que el escritor escriba aquello que le gustaría encontrarse en las estanterías, con lo que en ese sentido cumplo al 100 %». 

—¿Qué se van a encontrar los lectores?

—Las primeras palabras dicen mucho más de lo que pudiera parecer: ‘Mi madre era puta y mi padre inglés'. Así empieza la novela. Transcurre en Yucatán del siglo XVI, cuando el apellido era lo que quitaba el hambre. Como bien reflejan mucho antes de yo, como Cervantes en El Quijote, si no eras hidalgo era muy difícil abrirse camino. El protagonista, hijo de una prostituta y un inglés, sin posibilidad de nacimiento por hacerse un hueco en la vida y en la sociedad, se esfuerza por llevar una vida honrada y no robar una blanca. Cuando puede que puede meter la cabeza en su primer negocio, lo traicionan y se da cuenta de que tiene que delinquir para salir adelante. Así que va a robar el mayor cargamento de palo de tinte de la historia, que se encuentra en un barco de la flota de Indias llamado la Balvanera, que es lo que da nombre a la novela.

—¿Cuál es la importancia del palo de tinte?

—Es una mercancía que llegó a ser más cara que el oro y la plata. Es el palo que permitió tiñó por primera vez de negro. Aunque parezca ridículo los tintes tienen poder y un impacto económico enorme desde tiempos anteriores a Jesucristo. No olvidamos la púrpura de Tiro, señal indiscutible de poder y estatus social para Roma cuando los senadores ponían aquella cenefa en sus togas. Cuanto más ancha, más poder tenían. y solo se ponía una porque costaría muchísimo teñir la toga entera de púrpura. Los tintes llegaron a ser muy importantes y los palos de tinte, descubiertos en el Yucatán de las nuevas indias, permitieron por primera vez vestirse de negro. Esa España de los Austrias se viste de negro no por cuestión religiosa como suele creerse sino también por demostración de poder.

«Escuché a Lorenzo Caprile hablar sobre el palo de tinte y leí 'Visión de los vencidos', de León Portilla, de esas dos cosas salió la historia»

—Presenta en la portada del libro a «la puta beata, el fraile descreído, el indio cojo y el hideputa honrado». Cuatro peculiares personajes.

—El robo de Camacho, el protagonista «hipeputa» honrado, es en compañía de otras tres almas atormentadas, que serán una prostituta hija de otra prostituta, conocidos de la infancia con la que vivirá un romance. Un fraile descreído, que es un franciscano que me permite reflejar la idiosincrasia. Nos olvidamos de lo importante que era que los reyes españoles tenían la obligación de evangelizar, tenían el poder papal, eran una extensión del papado. En la conquista o descubrimiento de América siempre está esa misión y hay una lucha entre dominicos y franciscanos. Este personaje me permite hablar de que se discutió entonces sobre el derecho que tenía España a ir o no a conquistar las Indias y cómo debía hacerse. Algo que cuando hablamos sobre derechos humanos se nos olvida y nos venimos al siglo XX. A veces la leyenda negra ha pesado demasiado, sin menospreciar las barbaridades que se hicieron. Y por último el indio cojo es un nativo que perdió la posición en su familia y, aunque no debería tener a buena estima a los católicos, Camacho le salvó la vida y se siente en deuda con él.

—Entre los cuatro personajes icónicos, ¿le gustó escribir uno más que otro?

—No, y en esto tengo que contradecir a mi admiradísimo Delibes, que decía que todas las historias dependían de los personajes. Soy muy canónico. Los personajes son herramientas. No me sorprenden, hacen lo que yo quiero que hagan. A mí lo que me tira es el conjunto de la trama. Me gusta mucho una alegoría que tiene Stephen King que dice que escribir una historia es como desenterrar un fósil, ya está ahí pero hay que desempolvarlo. El conjunto es lo que me llama la atención. 

—Apareció la «Nueva España» en otras novelas suyas, pero ahora por primera vez se centra en ella, ¿tenía ganas?

—Era una idea que tenía ya de antes. Nace desde mi lectura en la adolescencia de Cienfuegos de Alberto Vázquez Figueroa, que habla de la vida de un polizón que se cuela en la Santa María y acaba descubriendo América. Me apasionó ese mundo del descubrimiento y desde entonces he leído mucho al respecto. 

—La conquista de América todavía genera polémica, ¿cambió su percepción escribiendo la novela?

—Aun se reafirmó más mi opinión de que ni leyenda negra ni leyenda rosa tienen razón. Me resulta muy doloroso que no reivindiquemos más nuestro pasado, parece que para los españoles la hierba del vecino siempre es más verde y nos olvidamos de que vimos a la furgoneta dejando hierba artificial, y es una pena. Ni la visión que dice que llegamos allí y les arruinamos la vida ni la visión que dice que no había sociedad son correctas. No debemos olvidar de que en el testamento de Isabel la Católica pidió que se trabajara en América con justicia, que no se podían hacer esclavos a entre los indios. El porcentaje con respecto a los habitantes de universidades y hospitales en el siglo XVI era mayor que es en el presente en cualquier país de América del Sur; las mujeres embarazadas no podían trabajar ni los niños menores de 14 años. Hubo barbaridades pero también un debate moral sobre cómo conquistar

—Introduce a la flota de Indias, el motor emblema del Imperio, ¿también tiene relevancia en la novela?

—No, era algo que me venía bien para el argumentario de la novela. Ahora hablamos de filosofía o los derecho humanos, pero esas cosas no se pueden contar en una novela, o tiene que parecerlo. Los guionistas americanos tienen una vieja máxima que es Show don't tell (muestra y no cuentes) y es rigurosamente cierta. Si yo quisiera hablar de la relación entre franciscanos y dominicos publicaría un ensayo, en una novela tiene que estar de fondo. El escenario de la flota de Indias era muy interesante para mí, había muchas cosas que contar pero básicamente me venía muy a mano para lo que yo quería mostrar, que era el poderío económico que eso suponía y que no era tan fácil hacerlo como se parecía. Porque el Yucatán de entonces era muy peligroso, había muchos naufragios por los piratas. De la conquista de América se ha hablado mucho, pero no tanto de las tripas sucias del Imperio. La flota de Indias, con sus corruptelas y su manejo de dinero, mostraba todo de esta vida sin tener que dar muchas explicaciones.

—¿Cómo se documenta para escribir el libro?

 —Con mucho trabajo, pero ya había visitado veleros antiguos y réplicas de galeras, además de que he estado leyendo mucho. Hay que buscar fuentes fiables, internet no es un buen recurso, solo sirve para tirar del hilo. Me pasé un invierno cosiendo botones para Laín: El bastardo, aprendí a hacer cuerdas de instrumentos con tripa de vaca, he asistido a un par de autopsias, estudié esgrima, aprendí a montar a caballo... Tienes que vivir las cosas. No puedes viajar al Yucatán del siglo XVI pero afortunadamente estuve a menudo en la Riviera Maya y eso te permite contar las cosas de manera más vívida. Y todo lo que documentes y veas debes usarlo de manera tangencial, no es un ensayo, tiene que permitir describir de una manera sencilla la narrativa, lo importante es la historia. 

—¿Para usted es prioritaria la Historia en mayúscula o la historia en minúscula?

—En minúscula. Yo soy novelista. No puedes penalizar la historia o la trama por una realidad histórica, si lo haces estarás estropeando la novela. 

—¿Qué surge antes para escribir la novela?

—Normalmente leyendo sobre Historia se me ocurre la historia en minúscula. Esta novela tiene dos patas. A mí me gusta la moda, fui modelo de joven y ahora he aprendido a coser, le hago vestidos para las muñecas de mis hijas. Escuché a Lorenzo Caprile hablar sobre el palo de tinte por primera vez y me llamó mucho la atención. Por esa misma época, estuve en la feria del libro de Guadalajara, en México. Conocí al nieto de León Portilla, que escribió Visión de los vencidos, que habla de la conquista de Hernán Cortés. Leí el libro y esas dos cosas me llevaron a investigar y crear la historia de Balvanera. 

—¿Se puede aprender de historia leyendo novela histórica?

—Se puede decir que sí sin miedo a equivocarse. También diría que la novela histórica lo que debe hacer para el lector es abrir una puerta.