¿Desilusión en lugar de esperanza?

Ricardo Hevia EN ZONA

LUGO

Antonio L Juárez

13 jun 2021 . Actualizado a las 19:00 h.

Qué difícil resulta analizar un esperpento como el que presenciamos en Granada. El Covirán y el Río Breogán iniciaban una serie final al término de la cual el vencedor conseguirá llegar a esa zona de confort llamada ACB y podrá, de paso, escapar de este bodrio de Liga LEB. ¿De verdad que estos dos equipos, después de casi 30 partifos de liga regular y dos eliminatorias de play-off, son los máximos exponentes de este invento federativo?

 Todo empezó bien para el Breo. No porque hiciese un gran juego, pero contaba con la colaboración del contrario, incapaz de anotar con regularidad y que, además, era una máquina de perder balones. El mayor problema del equipo lucense no era el Granada, sino su incapacidad para coger una distancia considerable, lastrado, como los andaluces, por sus problemas de anotación y por establecer con ellos un torneo para ver quien sumama más pérdidas. A patir del segundo cuarto todo fue a peor, y hablamos solo del Breogán. Continuaba su sufrimiento para lograr una canasta. La alternativa defensa en zona se sostenía porque enfrente la falta de puntería también era evidente. Con un inicio muy flojo de Lluís Costa, con Sergi Quintela pegado a a su sombra, y Fall en el banquillo lastrado por dos faltas personales, lo que parecía una ventaja resultó ser un castigo.

Kevin Larsen estaba desconocido. Mitad porque no era su día. Se notó desde el principio que le faltaba energía, y mitad porque habían preparado bien su defensa, sumando además los problemas que le planteaba Fall con sus 2,15. Al flojo partido del pívot danés se sumaba una vez más el angustioso problema de la falta de un base con el nivel y el carácter para mandar en este equipo. Solo nos quedaba Kacinas para retardar lo que ya se intuía. Por cierto, ¿hay alguien que pueda explicar el misterio Soluade? Está tan fuera del equipo como si se hubiera quedado en Lugo.

Seis minutos le bastaron al Covirán para darnos otra paliza. Uno y medio al final del segundo cuarto y cuatro abundantes llegando al final del partido. La ventaja es que igual da perder por 1 que por 20. La tragedia en un tarde para olvidar ya es ver a un equipo sin rumbo. Preocupa no encontrar a nadie que se revelase ante el desastre. Contemplar las caras de los pesos pesados, que son los que deben tirar del carro, totalmente desbordados, produce angustia.

El Pazo cambiará todo, como tantas veces, pero no vamos a mirar más allá del jueves porque no hay que olvidar que solo queda un partido. Cuando este acabe, si entre Pazo y equipo lo sacan adelante, hablaremos del siguiente.