El Tiovivo

Emilio R. Pérez DESDE EL ALTO

LUGO

25 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cojo La Voz todos los días al salir de la piscina en La Medusa, la librería de ahí al lado. A esa hora hay un tráfico infernal en torno a la rotonda: los niños al colegio, la gente en su trabajo..., la rutina de a diario. Me siento en la cocina ante mi taza de café y me leo más o menos lo que ya leí ayer. Solo esquelas y sorteos ofrecen novedad. Hago la cama, pongo una lavadora, argallo aquí y allá.., hasta que vuelvo a la cocina, me siento ante el portátil y me pongo a redactar. ¡Demonios, son las dos, cómo vuela el tiempo en tanto escribo! Hay que cocinar. Hoy toca pescado. Con cachelos. Un plato de ensalada... soy frugal. Recojo. Una ojeada a lo que he escrito esta mañana y me voy para la sala.

Puedo poner la tele. O no. Rutinaria novedad. Película mediocre, tertulias basurero, documentales de la 2... nada nuevo bajo el sol. Off. Me pongo con el libro con el que ando últimamente y cabeceo un par de veces aunque este me enganchó. El Soborno, de Grisham. No está mal. Vuelvo ante el teclado, retoco aquí y allá y veo que ahí afuera luce el sol. Me cuelga la zamarra, hago el recorrido -el 1, el 2, el 3 o el 4, qué más da-, y en una hora estoy de vuelta. De nuevo aquí en el alto, me como un par de piezas de fruta -manzana, pera o lo que sea-, vuelvo a retocar. Veo las noticias, ceno una sopita, una ensalada..., un poco más de tele, wasaps a los chavales, me voy para la cama, algo más de Grisham y mañana Dios dirá: Ni me hace falta alarma, me he adaptado a la rutina. Hasta mañana. Buenos días, ¿dónde estoy?... Ah. El cepillo, la cuchilla, la mochila... me largo a la piscina.

Cojo La Voz todos los días al salir de la piscina...