Correos

Antón Grande TRIBUNA

LUGO

01 ago 2020 . Actualizado a las 09:40 h.

La oficina de Correos de la Rúa Mallorca reabre al público tras ser reformada y resulta que no cuenta con buzón para depositar las cartas y, en pleno siglo XXI, no ofrece la posibilidad de pagar con tarjeta.

Por lo que se ve, la reforma ha consistido en viajar a través del tiempo y situarnos a finales del siglo XIX, aunque en aquel entonces por lo menos las oficinas tenían buzón en el que depositar las cartas.

Lo que se llama ahora Correos, poco tiene que ver con la idea fundacional creada por los ingleses de ofrecer un servicio público y universal al conjunto de la sociedad. La figura del cartero se convirtió en algo familiar para los hogares, incluso fue novelado como es el caso de Miguel Strogoff, el cartero del zar, o ejerció como protagonista de una serie de TVE hace unos cuantos años.

Pero llegó Alberto Núñez Feijoo a los mandos de la nave y mandó parar. Con él se inició la privatización, con ese afán que tienen esos muchachos de privatizar el servicio común y que continúan llevando a cabo de manera desaforada. Feijoo, ahora presidente en funciones de la Xunta de Galicia, puede darse por satisfecho.

Ahora, cuando uno entra en Correos no sabe si entra en una oficina bancaria o en una oficina postal, tal es la burocracia que se ha instalado a pesar del buen hacer que llevan a cabo sus empleados, porque funcionarios, ya quedan muy pocos.

Un ejemplo. Si uno va a pagar una multa de tráfico, de simplemente 50 euros, deberá abonar 55, o sea, cinco euros más por hacer una gestión que en Tráfico, de momento no privatizado, se satisface por la cantidad justa de la sanción. Cinco euros ya es cobrar, y así con todo. Simplemente para enviar una triste carta hay que hacer una cola en la oficina central, de momento no si lleva el sello, que puede prolongarse veinte minutos.

Cuando mi padre, funcionario de Correos durante más de cuarenta años, se encontraba con otros compañeros ya jubilados como él y comentaban la actualidad del sistema postal, siempre apostillaba con sorna: desde que nos jubilamos, Correos no funciona. Era una coña, pero vete tú a saber si a lo mejor mi padre tenía razón.