Ya tenemos un Breogán de primera. Ya estamos en la ACB. Como todo en la vida, no fue fácil, aunque se presuponía un paseo. Hubo que apretar los dientes casi hasta el final porque las cosas se torcieron en la última fase del partido. Las cosas para una ciudad y para una provincia como Lugo son exactamente así: difíciles. Y el miedo o los complejos no ayudaron ayer, ni ayudan en la vida misma. Una provincia de interior, con un enorme sector primario castigado durante décadas y con una población muy envejecida, tiene que luchar siempre hasta el último aliento sin complejos. Por eso el ascenso a la ACB, ganando ayer con esfuerzo, es como una lección de como trabajar y esforzarse para sacar adelante cualquier proyecto en esta bendita tierra lucense.
Y si el próximo año, el Breogán va a tener que sufrir en esa liga de los grandes, la ciudad y la provincia van a tener que sacrificarse también para salir adelante. Para conseguir esas infraestructuras que faltan; para poner en marcha nuevas empresas a pesar de una pirámide de población envejecida, o para que nuestro pasado romano sea un polo de atracción nacional.
Celebrémoslo hoy. Y felicitemos al club, desde el presidente hasta el más joven de los trabajadores y jugadores, pasando por sus patrocinadores. Pero tras la fiesta, habrá que volver a la realidad. Es decir, al trabajo, para ganar en la cancha y seguir dando alegrías a la afición y que este club en la primera división del baloncesto sea un buen escaparate para Lugo. Porque esta provincia necesita que se le vea y necesita trabajo y alegrías. ¡Gracias campeones!