Efectivamente, Castellón, con muy poco, pero con orden de equipo bien trabajado, convirtió de nuevo al Breogán en una fotocopia de ligas pasadas y lo situó a un paso de agotar el catálogo de disculpas y lamentos. Tanto que apenas ha quedado lugar para el menor reproche o la menor crítica. Casi ha sido una heroicidad llegar a la prórroga y el motor no daba para más. Pues bueno, no se puede negar que hay demasiadas lesiones y que estas afectan mucho al rendimiento del equipo. Pero el rival era Castellón, no el coco. ¿No había entre los sanos potencial suficiente para ganar el partido? El equipo empieza a ser el reflejo de todo lo que le rodea. Hace la pila de tiempo que nos decían que se iba a ir el presidente. Pues aquí sigue tan feliz. Han pasado muchos veranos desde que se iba a poner el club en manos de otras personas, pero nada ha cambiado, todo sigue igual. Adormecidos por una nube de palmeros, los cargos son vitalicios. Nunca pasa nada y ojo al que se le ocurra discrepar. Pero ha llegado el momento de insuflarle vida a la atonía que envuelve al Breogán, rodeado de halagos mentirosos. Tiempo queda de sobra para ponerse arriba, ni más ni menos que donde hay que estar por obligación presupuestaria. Esta es una competición decadente plagada de equipos a la vez con menores posibilidades económicas y ni aun así somos dominantes. Volverá la racha de triunfos. ¿Cómo no? Si somos inmensamente superiores. Pero cuando llegue, no conviene exagerar, es lo normal. Lo anómalo es la situación actual.
Hoy toca Huesca, cancha para ganar y casi seguro sufrir. ¿Seguiremos llorando? En las manos del Breo está la suerte del partido, para bien o para mal.