De cuando Cela visitaba Bóveda

José María Lugilde

LUGO

14 dic 2014 . Actualizado a las 05:02 h.

Recuerdo como si fuese hoy el día que apareció Camilo José Cela en Santa Eulalia de Bóveda. Corría los años ochenta y yo era el responsable y guarda de este monumento único. Atendía a diario a anónimos e ilustres personajes que se sorprendían al entrar. No había Internet, así que muchos llegaban pensando que se iban a encontrar una catedral. Primera sorpresa. Pero lo que podía parecer una decepción, se tornaba en admiración al ver tanta concentración de murales. El poeta portugués Darío Gonçalves también honró con su visita. Recuerdo su amabilidad. Este ilustre escritor se preguntaba en alto algunos de los enigmas que aún guarda esta sala singular. Decía: «Preguntaba a las aves y las aguas de Bóveda, pero no tuve respuesta, porque allí ninguna ave canta ni las aguas crepitan». Yo tampoco tengo respuestas para los enigmas de Bóveda. Tengo mis teorías, basadas en escuchar a muchos expertos de todo el mundo que pasaron por el monumento durante los 14 años que trabajé allí. Pero las últimas palabras sobre el tema se las dejamos a gente muy experta, como por ejemplo el profesor Colmenero. Personalmente me entregué de cuerpo y alma cuando me dieron el encargo de cuidar de esta joya arqueológica. Llevé sin sabores y luché firmemente por su conservación y divulgación. Han pasado casi dos décadas, se hicieron obras con más o menos éxito, se editaron libros y se mejoró el entorno, pero tengo la percepción de que como siempre en este país, que se crean escaparates y luego si te he visto no me acuerdo. Falta buen atendimiento, un horario acorde e inteligente. Mi experiencia me dice que este tipo de monumentos necesita un horario extraordinario. Y es que hoy, el señor Cela no podría ver el monumento porque llegó después de comer.