Todo Xermade se puso de luto

x.m.palacios / x.carreira texto LUGO / LA VOZ

LUGO

Centenares de personas asistieron al sepelio de las dos víctimas

25 feb 2012 . Actualizado a las 15:14 h.

Un entierro como no se recordaba en Burgás. Ese comentario se oía ayer por la tarde en el atrio de la iglesia parroquial, que junto con el contiguo campo de la fiesta acogía a centenares de personas que asistían al entierro de Víctor Hermida Purriños y de su único hijo varón, Eulogio Hermida Rodríguez, hallados muertos en su casa el miércoles por la mañana.

Decenas de personas llenaban ya el templo cuando la comitiva fúnebre, procedente de un tanatorio de Vilalba, llegó a las cercanías de la iglesia. Varios vehículos llevaban los dos féretros y numerosas coronas en una comitiva que tuvo que pasar por delante de la casa donde ocurrieron las muertes, separada unos centenares de metros del templo.

Gente de variada procedencia

Entre los asistentes eran mayoría los procedentes de los municipios de Xermade y de Vilalba, concello de origen de Domitila Rodríguez Souto, viuda y madre de los dos asesinados. También había numerosas personas de Ferrol, en donde la familia residió durante muchos años y conserva aún vínculos de parentesco y de amistad

La representación familiar estaba encabezada por Ángeles Hermida Rodríguez, hija y hermana de los fallecidos, y por los dos hijos de Eulogio Hermida Rodríguez. Anteanoche llegó de Londres, ciudad en la que reside y trabaja de enfermera, aunque los vecinos del barrio de Casas Novas comentaban estos días que solo habían pasado varios meses desde su última visita.

En el entierro había además otras personas que residen en Xermade y en otros municipios pero que proceden de otros países. Unos probablemente sudamericanos, otros norteafricanos, estuvieron también ayer por la tarde en Burgás, como también estuvo Diego Domínguez Prieto, amigo de Eulogio Hermida que el miércoles por la mañana, al llegar a la vivienda, se encontró con el dramático suceso de los dos asesinados.

Los sacerdotes Jesús Goldar, encargado de varias parroquias de Vilalba, y Baltasar Requeijo, párroco de Burgás y de otras feligresías cercanas, presidieron la función religiosa.

Acabada la misa, el cementerio, separado apenas unos pasos de la iglesia, se llenó de familiares, allegados y amigos para despedir a las dos víctimas de un crimen que ha convulsionado a Xermade.