Disparos

LUGO

11 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Muchos jóvenes -treintañeros y así- contemplaban horrorizados en los primeros días de las revueltas contra Gadafi cómo la policía abría fuego contra los manifestantes que, entonces de forma pacífica, pedían el fin de la dictadura libia. Policías disparando contra sus conciudadanos indefensos. No es posible, decían. No solo es posible, sino que no es infrecuente todavía en muchos lugares del mundo. Lo extraordinario fue lo de Egipto, donde el ejército contribuyó a precipitar la caída de Mubarak con su negativa a usar la fuerza contra su propio pueblo.

Por fortuna, la normalidad democrática en la que han crecido ya varias generaciones de españoles hace para ellos inconcebible que una manifestación pacífica pueda ser disuelta a tiros. Pero no hace tanto tiempo que también aquí hubo agentes de uniforme que no se negaron a ejecutar la orden que les mandaba frenar con pistolas y metralletas una marcha de trabajadores que pedían mejores condiciones de vida.

Ayer se conmemoró el 39.º aniversario de la muerte en Ferrol de dos obreros de Bazán, Amador Rey y Daniel Niebla, abatidos por sendas balas de la policía cuando, el 10 de marzo de 1972, caminaban de Ferrol a Fene para unirse a los trabajadores de Astano, también en huelga. Para el régimen resultaba insoportable el desafío que suponía una marcha pacífica de operarios de dos de las mayores industrias existentes entonces en Galicia. Las muertes de Amador y Daniel no fueron el antecedente inmediato de la conquista de la democracia. Pero, sin duda, fue uno de los acontecimientos que marcaron el principio del fin. De un fin que todavía tardaría casi cuatro años en llegar.