Orígenes y leyendas de los cruceiros

B. Lázare

LUGO

Las cruces de piedra se levantaban para cristianizar lugares, interceder por personas, alejar al demonio y en Xermade hay uno dedicado a una violada y asesinada

11 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Se calcula que en Galicia hay entre 10.000 y 15.000 cruceiros, que fueron objeto de un estudio realizado por Castelao. Una parte importante está en la provincia de Lugo, mayormente en la comarca de Terra Chá. Estos monumentos constituyen una de las muestras más significativas del arte popular y guardan curiosas leyendas, según señala Fernando Arribas, técnico de Difusión del Museo Provincial y autor de un estudio centrado en los chairegos, que ayer impartió una conferencia con motivo del Curso de Verán de Antropoloxía, que se clausura hoy.

Los cruceiros se levantaban por muchos motivos pero en la mayor parte de los casos están ligados a la memoria de alguien, según señala Arribas. En ocasiones señalan lugares en los que murió una persona de forma violenta e incluso por causas naturales. En otras santifican lugares a los que acudía el demonio. La Cruz do Guillermo, en Abadín, marca el punto en el que murió una persona.

Pero el caso más singular en el capítulo trágico está en la parroquia xermadina de Lousada. Allí, una cruz de piedra incluye una breve y sugerente leyenda: «Aquí uno mató a Vicenta Balsa». Esta mujer no solamente fue asesinada sino que también fue violada. El suceso ocurrió en el año 1901 en un lugar que ahora está junto a un camino asfaltado pero en aquella época era de difícil acceso. El «uno» era un vecino identificado y que cumplió condena.

En Abadín el Cruceiro do Rego Cavado fue construido e instalado «para escorrentar o trasno e santificar aquel lugar», según señala Fernando Arribas. También en Vilalba, en la parroquia de Corbelle está el de A Rula do Foxo, que fue colocado porque allí se había aparecido el diablo. En A Pastoriza, el del Cristo de Afoz era una especie de pequeño santuario al que la gente acudía a realizar ofrendas y a depositar exvotos para curar dolencias.

Como los niños que morían antes de ser bautizados no podían recibir sepultura en el cementerio, en muchas ocasiones eran enterrados a escondidas al pie de los cruceiros, porque se consideraban los más próximos espiritualmente a los lugares sagrados.

Un cruceiro también era una parada obligada para un responso si estaba en el itinerario de un cortejo fúnebre. Todavía hoy, según dice Arribas, es frecuente que las procesiones en las fiestas parroquiales den la vuelta alrededor de un cruceiro.

También los hay con finalidades más mundanas, como los colocados para separar territorios parroquiales o deslindar municipios.

Según recordó ayer el técnico del Museo, Castelao afirmaba que no hay cruceiros románicos y que el más antiguo de Galicia es uno de Melide. Esta última afirmación es cuestionada actualmente, según Arribas, para el que, aunque no fue Galicia el primer sitio en el que se instalaron, sí abundan aquí más que en cualquier otro lugar. Los primeros son góticos y en su propagación influyeron la orden franciscana y San Vicente Ferrer, que peregrinó a Santiago en 1412. La etapa barroca también fue prolífica y en la provincia de Lugo su construcción continuó a buen ritmo en la segunda mitad del XIX y a comienzos del XX.

Os Carboeira, de Román, en Vilalba, fue una familia de canteros que talló un importante número de cruceiros. Generalmente los colocaban familias pudientes, destacando el caso de Andrés Bouso, de Abadín, que entre 1896 y 1900 encargó tres para A Penela, Vilar de Nuño y el Pazo da Cernada. Arribas considera que las cruces que ponen ahora en las carreteras en cierto modo son la continuación.