El lucense Óscar Souto fue uno de los jóvenes que contribuyó ayer con sus pinturas a llenar de colorido un muro de la rúa República Arxentina
30 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Óscar Souto ha pasado de ser un artista semiclandestino a obtener el permiso de la Concellería de Cultura para poder crear su obra. -¿Cómo surgió esta colaboración del Concello? -Desde el Ayuntamiento nos dijeron que iban a incluir en su programa para el verano esta actividad. Los gastos de pintura los asumen ellos. No es el primer trabajo que hacemos con su permiso, también pintamos en el colegio Illa Verde, en el parque de Frigsa y en la zona donde se colocan las casetas en las fiestas. -Parece ser que este año hubo problemas con la pintura... -Hace unos días ardió la fábrica barcelonesa que nos suministra los aerosoles. Compramos a otra empresa y perdimos gamas de colores con el cambio. -¿La gente es tolerante con los creadores de grafitos? -Se avanzó mucho. Ahora los vecinos lo ven como algo normal. El otro día estaba pintando con unos amigos y se pararon cuatro personas mayores para decirnos que el muro estaba quedando chulo. La gente debe concienciarse de que el grafito es un arte. -Hay quien dice que un muro pintado no puede llegar a serlo. -Hay que saber distinguir entre los que ponen su nombre en una pared y los que pintan un grafito en un muro. Los segundos sí que son artistas. -¿Se acabó la práctica clandestina? -Parece que sí, aunque la policía a veces no se fía. El verano pasado estábamos pintando en Garabolos autorizados por el Concello y llegaron dos coches patrulla. Como nunca recibimos un permiso por escrito, tuvimos que dejarlo todo durante media hora para convencer a los agentes.