La historia del conde de Lemos en Nápoles, contada en italiano

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

CEDIDA

Un libro recientemente editado en Italia estudia la labor de Pedro Fernández de Castro como mecenas

31 jul 2018 . Actualizado a las 07:42 h.

La historiadora monfortina Manuela Sáez figura entre los autores de un libro recientemente editado en Italia y dedicado a estudiar la actividad cultural desarrollada por el séptimo conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro, durante su mandato como virrey de Nápoles entre los años 1610 y 1616. Sáez colabora con un trabajo sobre la vida privada y la labor de mecenazgo del conde, en el que utiliza algunos documentos inéditos encontrados por ella en el archivo del convento monfortino de Santa Clara.

En su colaboración, la historiadora señala que el conde, a su llegada a Nápoles, se declaró «impresionado por la belleza de la ciudad» en una carta que escribió el 17 de julio de 1610 -conservada en el mencionado archivo- y en la que afirma que las «carreteras, templos y otros edificios» le parecieron mucho más grandiosos que los de España. Sáez apunta por otra parte que, según la documentación histórica, Pedro Fernández de Castro encargó a su confesor, Diego de Arce -más tarde obispo de Tui y Ávila- que comprase en Nápoles todos los libros «raros y antiguos» que encontrase, muchos de los cuales probablemente se encuentran hoy en la Biblioteca Nacional de la ciudad italiana.

Manuela Sáez aborda asimismo las relaciones que mantuvo el conde en Nápoles con destacados intelectuales y artistas de su época, como el poeta e historiador aragonés Lupercio Leonardo de Argensola -que fue su secretario en esa época- y el escritor y mecenas napolitano Giovanni Battista Manso, con el que fundó la llamada Academia de los Ociosos.

Representaciones teatrales

El estudio de Sáez apunta por otro lado que, durante su estancia en Italia, Pedro Fernández de Castro dio muestras de un gran interés por el teatro encargando y pagando representaciones a cargo de compañías profesionales en Nápoles y en otros lugares en los que estuvo por motivos de trabajo o de ocio.

Los documentos hallados por Sáez en el archivo de Santa Clara, por otra parte, mencionan repetidamente a un actor y antiguo soldado llamado Agustín Velázquez y apodado el Pícaro, con quien el conde trabó amistad en Nápoles y que lo acompañó más tarde a Madrid y Monforte. En esta última ciudad, según escribió el propio conde en tono humorístico en una carta fechada en 1621, el actor solía ponerse una coraza, un casco y una rodela -escudo redondo- para salir de paseo por las noches. «Desta manera baja en anocheciendo al arrabal con tres amigos que le acompañan, y sin embargo es tan cauto y animoso que siempre lleva el ojo atrás», añade la carta.

Una época de «fuerte dirigismo cultural» y «esplendor artístico y literario»

El libro Manso, Lemos, Cervantes es el sexto volumen de una serie publicada por la editorial napolitana Tullio Pironte que lleva el título genérico de Materia Hispanica y está dedicada a los estudios históricos sobre el virreinato español en el sur de Italia. Además de Manuela Sáez colaboran en esta obra los especialistas

Pierre Civil, José Manuel Cruz Valdovinos, Loredana Gazzara, Maria Gabriella Mansi, José Montero Reguera, Pietro Giulio Riga y Encarnación Sánchez García. La edición del libro fue coordinada por Roberto Mondola, profesor de lengua y literatura españolas en la Universidad de Nápoles L’Orientale, que firma el prólogo y uno de los estudios reunidos en la publicación.

La obra lleva el subtítulo Letteratura, arti e scienza nella Napoli del primo seicento, es decir, Literatura, artes y ciencias en la Nápoles de principios del siglo XVI. En algunos de los trabajos que contiene la publicación, los autores analizan diversos aspectos de la obra literaria de Cervantes y sus relaciones con Nápoles y con el séptimo conde de Lemos. Otros colaboraciones abordan la labor de mecenazgo cultural de Pedro Fernández de Castro durante su estancia en Italia y sus vínculos con las corrientes ideológicas, filosóficas, científicas y literarias de la época.

En la presentación editorial del libro se afirma que los años de mandato del conde de Lemos «representan uno de los momentos de mayor esplendor artístico y literario de la Nápoles española» y se caracterizaron por «una política de fuerte dirigismo cultural» por parte del virrey monfortino. El conde y su esposa Catalina de la Cerda -añade el texto- fueron «el punto de apoyo de un poderoso círculo alrededor del cual gravita la actividad cultural y literaria napolitana, marcado por la reforma universitaria y por el establecimiento de una impresionante biblioteca pública que el virrey quería dejar como legado a la ciudad».

El paso del séptimo conde de Lemos por Nápoles -señala por otro lado el trabajo de Manuela Sáez- dejó otras huellas que siguen siendo bien visibles en la ciudad. Entre ellas destaca el edificio que alberga actualmente el Museo Arqueológico Nacional, cuya construcción fue iniciada en 1586 por el virrey Pedro Girón, duque de Osuna. El edificio sirvió primeramente como caballeriza. Pedro Fernández de Castro encargó al arquitecto Giulio Cesare Fontana que lo reformase y lo ampliase para albergar la nueva sede de la universidad napolitana, que se llamaría Palazzo dei Regi Studi o Palacio de Estudios Reales. Una lápida que se conserva hoy recuerda que esta construcción fue inaugurada por el conde «con pompa solemne» el 14 de junio de 1615.