Recompensa al sudor de los lucenses

Gadea G.Ubierna LUGO/LA VOZ.

LEMOS

Maratones a pleno sol, peregrinaciones, exposiciones y cientos de actos más se sucedieron en el 2000 para que la Unesco incluyera a la Muralla como bien mundial

07 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Las más famosas y quizá, también, las que más repercusión tuvieron fueron Cúmulum y el Comilonum, pero a lo largo del año 2000 se organizaron muchas otras cosas con el único objetivo de lograr que la Muralla consiguiera el reconocimiento de la Unesco. Hubo murallas de flores, de chocolate, de plata -para la infanta Elena- e incluso hubo una que invitaba a pasear por ella a través de Internet. Mientras tanto, en la original se celebraban actividades a diario: desde maratones de varios días hasta peregrinaciones con perros de trineo.

El año 2000 comenzó con grupos de lucenses tomando las uvas junto a la Mosqueira y terminó del mismo modo, aunque con el orgullo de haber cumplido el deseo pedido en el mismo sitio doce meses atrás. Empresarios, instituciones y ciudadanos se volcaron, como nunca hasta ese momento, en conseguir el mismo objetivo y, por ejemplo, Telefónica fue una de las primeras firmas en colaborar encargando 200.000 tarjetas para cabina con la reproducción de una lámina elaborada por Chencho Pardo.

A partir de ahí llegaron los acuerdos para iluminar la Muralla, la primera página web específica sobre el monumento o el programa Muralla 2000. Patrimonio de la Humanidad , quizá demasiado ambicioso para el Lugo de principios de siglo.

El director de este programa, el historiador Adolfo de Abel, explicó ayer que fue muy difícil llevarlo a cabo porque no existía una infraestructura cultural en la ciudad. De hecho, algunas de las exposiciones previstas -una de fotografía y otra de grafitis- tuvieron que organizarse en el 2001. «Se inauguraron a la vez que el centro social Uxío Novoneyra, que no se terminó a tiempo», recordó de Abel.

Otras, como una de arte contemporáneo con artistas de Lugo y una de historia de la ciudad, no pudieron hacerse porque, según de Abel, «no había ni infraestructura ni dinero».

El libro sobre la Muralla más completo hasta la fecha tampoco pudo editarse a tiempo, «por falta de fondos» y hubo que esperar hasta 2003 para tenerlo listo en gallego, castellano e inglés.

Pero hubo otras actividades que sí se hicieron y que su promotor destaca hoy: «Fue importante la exposición Imago Antiqua, en la sala Porta Miñá, que todavía permanece y que permite al visitante tener una idea completa desde la fase campamental».

También considera importante el festival de música tecno que se celebró a mediados de agosto en O Palomar -Alter Lucus 2000- dentro del denominado Festival de las Culturas Alternativas, que incluía un concurso de grafitis. «Vinieron de toda España», comentó ayer Adolfo de Abel, recordando que fueron los primeros en pintar grafitis en un muro del pabellón de Deportes.

Mientras tanto, el hostelero Alberto García se afanaba en consensuar con otros colegas del sector cuáles serían los olores y sabores del primer Comilonum -que se celebró a mediados de septiembre- y la artista Luz Darriba seguía cubriendo de libros el monumento con cientos de colaboradores.

Apoyo de la Casa Real

Fue esta iniciativa una de las que más llamó la atención de la Duquesa de Lugo, la infanta Elena y de su entonces esposo, Jaime de Marichalar, que vinieron a la capital para mostrar su apoyo a la candidatura lucense.

En un discurso en gallego, la infanta expresó su deseo de que la Unesco valorara positivamente los informes «xa que a súa consideración a ten outorgado a historia e a cultura».

Pero si esta fue una de las visitas que más expectación causó, hubo otros gestos más humildes y sacrificados que sirven para ejemplificar el esfuerzo de los lucenses.

Es el caso de la maratón que protagonizaron atletas del Chousa Escola Atlética Lucense, quienes dieron más de 840 vueltas por el adarve a lo largo de una semana. De día y de noche, los atletas se dieron el relevo para correr en parejas y no abandonar ni un solo minuto a la Muralla.