Lo que queda de la comuna y de los «hippies» que nunca lo fueron

Benigno Lázare

LEMOS

Más de 40 naturales de otras tierras echaron raíces en Negueira y rompieron tópicos

11 dic 2009 . Actualizado a las 02:14 h.

París y Negueira de Muñiz están en las antípodas en casi todo, pero tienen en común haber sido asociados a comunas. Con un siglo de diferencia, la parisina fue una amalgama ideológica de diferentes corrientes socialistas y de anarquistas. La del municipio lucense, que alcanzó gran popularidad entre los movimientos contraculturales de España, fue otra amalgama de leyendas: un grupo de hippies , una secta, jóvenes que vivían «amontonados», una comuna, drogadictos y varias definiciones más, según de dónde procediesen.

El paso del tiempo moduló los calificativos y eliminó otros. Hoy, ya maduros y menguados, siguen siendo el colectivo más joven de un municipio envejecido y aportan la razón de ser de la pequeña agrupación escolar local. Ellos, tras un intercambio de pareceres en una improvisada tertulia en un bar de la localidad, llegan a la conclusión de que perseguían muy diversos fines pero ni en los mejores tiempos vivieson según los cánones de una comuna ni se consideraban hippies .

En 1977, Nilo, un suizo ya legendario entre ellos, inauguró la supuesta comuna de Negueira, y en las mejores épocas llegó a formarse un colectivo de foráneos de más de 200 personas, en un municipio que actualmente no alcanza los dos centenares. De aquellos jóvenes contraculturales quedan 44, incluyendo los 18 hijos de diferentes edades que aportan.

La realidad y el tópico

El recuento lo hacen Eloy Gárdes, Magdalena del Valle, William Seiferth Roi y Pepe García. Los cinco trabajan en el Concello con contratos temporales, aunque con cierta asiduidad. A mediodía se reúnen en el bar para comentar aquellos años dorados de la ilusión, aclarar lo que no fueron y reivindicar lo básico de lo que carecen. Con la música de fondo de una fina lluvia otoñal, destilan bastante nostalgia que sale embotellada bajo diversos licores, según los casos: el de Eloy Gárdes es socarrón; el de William Seiferth Roi, el alemán , cachazudo y con posgusto nihilista; de la alquitara de Magdalena del Valle sale un licor pasota con claros tonos humorísticos y el de Pepe García es marcadamente humorístico y de la región del foro como el anís de Chinchón.

Eloy asegura rotundo que nunca se consideró hippy ni vivió como tal. Lo suyo fue una huida de la vida monótona en la ciudad y en la oficina de un banco. Quería naturaleza, la encontró a manos llenas y no le resultó excesiva. Está considerado un manitas que hizo todo lo que tiene en su casa, comprada hace algunos años. Nunca se sintió muy identificado con los que vivían en Foxo, que fue la aldea en la que el experimento se aproximó más al entonces mitificado sistema de vida de la comuna.

«Todavía hay gente que pregunta si sabemos quién es el padre de nuestros hijos», dice Magdalena a la vez que se ríe de la situación. Asegura que la gente de Negueira y A Fonsagrada conoce realmente como son y como viven, y del «que dirán» los demás no se preocupa mucho. Incluso toma con humor que en alguna ocasión les hayan incautado algunas plantas de maría y presentado como drogadictos.