La rapa de Candaoso brindó emoción

REDACCIÓN VIVEIRO

LEMOS

XAIME F. RAMALLAL

La fiesta viveirense captó la atención de multitud de espectadores y del ministro de Administraciones Públicas Va camino de los 35 años y mantiene su éxito total. La rapa das bestas de Candaoso, declarada de Interés Turístico Nacional, acogió ayer en Boimente (Viveiro) a un público ávido de emociones fuertes. Y las encontraron, aunque conseguir ver una pizca del espectáculo se convirtió en una tarea difícil, prácticamente imposible, para bastantes espectadores, dada la afluencia y el limitado espacio donde hombres y caballos medían sus fuerzas. Entre los testigos de excepción figuraba el ministro de Administraciones Públicas, Jesús Posada.

07 jul 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

El sol no quiso madrugar en la jornada dominical pero, al final, realzó con nota alta la fiesta popular. Una hora más tarde de lo previsto, esperando la llegada de las autoridades, la organización dio la orden de bajar las reses, unas 230, por la ladera del monte. Una «marea» de caballos al galope quedó atrapada entre las vallas del curro, con todo dispuesto para el corte de las crines y el marcaje del ganado. Fuera del espectáculo pastaba un potrillo con una herida, en carne viva a simple vista. El animal, según indicó desde la organización Carlos Martínez, pudo haber sufrido el ataque de un lobo. Dentro del recinto, los espectadores que lograron subirse a las vallas y los que robaron un hueco donde era posible fueron testigos de una tradición ancestral mientras que aquellos que no podían disfrutar del espectáculo no tuvieron más remedio que imaginarse la lucha entre caballo y hombre mientras paseaban. El ministro de Administraciones Públicas, Jesús Posada, también disfrutó de la jornada, puro en mano. Destacó la elevada presencia de turistas que no se perdieron detalle de una experiencia que les aportó emociones fuertes. «¡Valientes», gritó una mujer mientras a sus pies varios hombres trataban de domar a una de las reses salvajes. A mediodía, el sonido de las gaitas, el olor a empanada, jamón asado y churros abrió el apetito de los presentes. Por la tarde, las carreras de caballos aportaron un nuevo brillo a la fiesta viveirense.