Síntomas reales sin causas claras, así son los trastornos funcionales: «A veces, con una distracción el problema desaparece»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Los trastornos funcionales aparecen sin que haya una causa orgánica clara.
Los trastornos funcionales aparecen sin que haya una causa orgánica clara. iStock

En el ámbito digestivo, estas enfermedades pueden afectar a un 15 % de la población, mientras que una de cada mil personas tiene un trastorno funcional a nivel neurológico

10 dic 2025 . Actualizado a las 13:01 h.

Algunas enfermedades se definen por sus causas y otras, en cambio, por un síntoma o un conjunto de ellos. Los trastornos funcionales no se pueden definir por ninguna de estas dimensiones, sino más bien por la relación difusa entre ambas. Se trata de un tipo de afecciones en las que aparecen síntomas físicos vinculados a un fallo en el funcionamiento del sistema nervioso. Entre ellos, son frecuentes los trastornos neurológicos, así como también los digestivos, que afectan a una proporción significativa de la población. Pero a pesar de su relativamente alta prevalencia, la falta de conocimiento sobre estas enfermedades hace que sea difícil identificarlas y tratarlas. 

Trastornos neurológicos funcionales (TNF)

El trastorno neurológico funcional (TNF) es una enfermedad en la que aparecen síntomas del sistema nervioso que no se pueden atribuir a una enfermedad neurológica ni a otra patología médica. Sin embargo, los síntomas son reales, incontrolados y llegan a causar una incapacidad considerable en los pacientes. Las manifestaciones pueden variar según el tipo de trastorno, pero suelen incluir afectación en el movimiento, en los sentidos, parálisis en algunas partes del cuerpo o dificultad para caminar. La gravedad puede variar y estos problemas pueden volverse recurrentes o persistentes.

Un grupo importante dentro de los TNF es el de los trastornos del movimiento. «En nuestro ámbito, hay diferentes cuadros que pueden aparecer como temblor, que es una oscilación rítmica de una mano, una pierna u otra parte del cuerpo. Puede haber posturas anormales, como un brazo que se retuerce, sacudidas esporádicas, debilidad o problemas al caminar», describe el doctor Álvaro Sánchez Ferro, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

La principal característica de estos trastornos, observa Sánchez Ferro, es que «no suelen coincidir con los patrones que vemos en enfermedades convencionales. Suelen ser más variables, a veces cambian en intensidad o en sus características». Para el experto, esto es clave. «A veces, si al sujeto le haces hacer una tarea que le produce cierta distracción, el síntoma desaparece», señala, aclarando enfáticamente que este conjunto de patologías no son comparables a los trastornos facticios, en los que un individuo puede fingir una serie de síntomas, o provocarlos de manera deliberada, a fin de obtener algún beneficio o atención médica.

La variabilidad podría deberse a que las causas son diferentes de las que subyacen a otros tipos de enfermedades neurológicas. «Se relacionan a veces con estresores ambientales, con situaciones que nos producen estrés psicológico o con otras enfermedades o cambios vitales. No es que se dañe el cerebro, sus estructuras ni las conexiones que tiene, sino que, transitoriamente, la comunicación que tienen entre sí esas neuronas está alterada, por eso es un problema más de función que de estructura», detalla el experto. Esta es la principal hipótesis. En este sentido, los TNF se han vinculado a cambios en zonas del cerebro relacionadas con el control emocional y motor. «Se piensa que esto es lo que lleva a que se produzcan esas alteraciones», explica Sánchez Ferro.

El problema a la hora de establecer el diagnóstico es que no es fácil delimitar una zona del cerebro o una red neuronal específica que esté afectada. «No tenemos ninguna prueba que tenga esa resolución. Este es un gran reto», observa el experto. En el otro extremo, existe el riesgo de catalogar como trastorno funcional una alteración cuya causa subyacente sea otra. «Yo he visto a pacientes con enfermedades como párkinson que estaban diagnosticados de trastorno funcional», señala.

Se estima que los TNF del ámbito del movimiento afectan a una de cada mil personas. Con todo, Sánchez Ferro señala que esta cifra podría no ser exacta: «Como no tenemos una prueba definitiva, hay que entender estos datos en ese contexto». En España se ha creado un registro de trastornos del movimiento funcionales, lo que permitirá avanzar en el conocimiento actual acerca de estas enfermedades para mejorar el diagnóstico y el tratamiento. «Tener datos más objetivos contribuirá a que no sea un diagnóstico por exclusión, sino que realmente podamos llegar a realizarlo mediante pruebas», sostiene el experto, si bien aclara que todo esto «todavía está en ciernes».

Trastornos funcionales digestivos

Los trastornos funcionales del aparato digestivo son patologías crónicas con síntomas gastrointestinales persistentes, como dolor abdominal, inflamación, pesadez, diarrea o estreñimiento, que no se explican por una enfermedad orgánica subyacente. Los más comunes incluyen el síndrome del intestino irritable (SII), la dispepsia funcional o el estreñimiento funcional. Este tipo de trastornos «son muy frecuentes en la población. Hay entre un 10 y un 15 % de las personas que los padecen», observa el doctor Roi Ribera, médico especialista en Nefrología y Aparato Digestivo.

A nivel digestivo, este grupo de enfermedades se diagnostican por el descarte de las causas orgánicas y de otros factores que puedan provocar los síntomas. «No hay una causa definida. Se sabe que hay muchos factores que influyen. Entre ellos, una tendencia genética, pero también otras circunstancias como el estrés, la alimentación, el sedentarismo y otros elementos del estilo de vida. «Se sabe que un factor importante es el emocional. Las personas que tienen tendencia al estrés, la ansiedad o la depresión pueden tener un mayor riesgo de desarrollar este tipo de trastornos funcionales», señala el especialista.

Las patologías de tipo funcional se dividen, de manera aproximada, en dos tipos. Por un lado, están las que se manifiestan en trastornos altos, «que suelen recibir el nombre de dispepsia, con síntomas como hinchazón, náuseas, malestar, pesadez después de las comidas o dispepsia, y luego hay otros que son trastornos funcionales localizados en la zona baja del tracto digestivo, como el síndrome de intestino irritable, en los que suelen predominar más la diarrea, el estreñimiento o los gases», caracteriza Ribera.

En este tipo de trastornos, «el trabajo más difícil por parte del médico es explicar al paciente que tiene algo crónico, de que la causa no es fácil de identificar y que probablemente el mayor impacto que va a lograr para que eso mejore está relacionado con hábitos con identificar patrones y hacer cambios en el estilo de vida», explica el experto. «La parte positiva es que no es algo maligno, pero tiene también una parte negativa, que es que el tratamiento no es una pastilla, sino que engloba muchos más aspectos que incluyen hábitos, control del estrés y no siempre es fácil ponerle solución», señala.

El futuro en este tipo de enfermedades pasará por entender mejor la conexión entre el sistema digestivo y el cerebro. «A nivel de la fisiopatología, estos trastornos se caracterizan por una mayor sensibilidad del aparato nervioso digestivo. Es más susceptible a que se liberen ciertos neurotransmisores que favorecen la aparición de síntomas. También se cree que juega un papel importante la microbiota intestinal. De estos campos de estudio se podrán obtener dianas terapéuticas más concretas que ayuden a mejorar este tipo de síntomas», concluye Ribera.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.