De cambios y genes progresistas

Moncho Núñez Centella

LA VOZ DE LA ESCUELA

«La Libertad guiando al pueblo», cuadro de Eugène Delacroix, alegórico de los sucesos revolucionarios de julio de 1830 en París (Museo del Louvre)
«La Libertad guiando al pueblo», cuadro de Eugène Delacroix, alegórico de los sucesos revolucionarios de julio de 1830 en París (Museo del Louvre)

Una variante genética nos predispone a ser conservadores o progresistas

19 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque en términos estrictamente políticos el adjetivo se use para calificar a los miembros del sector radical del liberalismo y ellos mismos se definan como defensores de las libertades y derechos individuales y sociales, la acepción más frecuente de la palabra progresista se aplica a personas en general de ideas y actitudes avanzadas. Y todo avance ha de significar un cambio, por ello se acepta que lo contrario de progresista es conservador. Parece bastante claro, pero no hay que alarmarse con ambas etiquetas, pues ya lo decía Heráclito con su panta rei (todo fluye), y vemos que los progresistas veteranos en el poder muchas veces acaban en conservadores. Supongo que será inevitable. Además, como en política todo es posible, ya se ha inventado hace tiempo el cartel de conservadurismo progresista, que se aplicó obviamente a quienes buscaban un equilibrio entre cambiar y conservar, y que también hasta tendría una formulación social-católica en la encíclica Rerum novarum (1891). Bienvenida sea la cuadratura del círculo.

La cara y la cruz del progresismo quedan patentes en el conjunto de las citas, que expresan distintas perspectivas, bien subrayando el deseo de impulsar los cambios que se consideran necesarios en la sociedad -se sobreentiende que con el objeto de mejorarla- o bien haciendo hincapié en el coste económico de los mismos. Todos queremos más, el caso es ver cómo se paga. El riesgo, advierten los liberales liberales, es que la continua incorporación de nuevas metas y derechos sociales, que naturalmente defienden los progresistas, podría resultar al final en un monstruoso desarrollo del Estado, que ha de pagarlo todo. Y aquí viene una pregunta: ¿es progresista defender el crecimiento indefinido del Estado?

Cuando los cambios son rápidos y profundos hablamos de revolución. Y en política, la revolución por antonomasia es la que tuvo lugar en Francia a finales del XVIII. A ella se refiere la cita de Talleyrand que es protagonista de la película Prima della rivoluzione, de un joven Bernardo Bertolucci, en 1964: «Quien no ha vivido los años antes de la Revolución no sabe lo que es la alegría de vivir». Es una frase nostálgica que se ha utilizado con significados distintos al original, pero que puede sugerir una épica progresista, la que brota de ilusiones colectivas de cambio, como los que hubo en Mayo del 68 y situaciones sociales semejantes. Siguiendo en esa clave cinéfila italiana de los sesenta, encontramos otra ocasión para reflexionar sobre el tema del cambio en la adaptación que hizo Luchino Visconti de la novela El gatopardo, de Lampedusa. Ahí se pone en boca del joven Tancredi una frase que se ha convertido en paradigmática del conservadurismo: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie.»

Ahora el cambio tiene buen cartel. El progreso y el cambio se necesitan mutuamente, y terminan identificándose. Sobre todo desde el siglo XVIII, cuando la palabra progreso comenzó a usarse para definir el avance continuo de la ciencia y la técnica. Es curioso que recientemente la ciencia haya encontrado una clave genética que parece predisponer a las personas hacia el progresismo o el conservadurismo. Más que la propia educación. Científicos como el biólogo Edward O. Wilson plantean que en todos nosotros existen dos fuerzas que modelan nuestra posición política, una que tiende a buscar el bien del grupo y otra que pugna por el interés personal. Esas fuerzas pueden entrar en competencia ante situaciones que se perciben amenazantes y generan miedo. Pero las personas tienen sensibilidad distinta frente al cambio, y unos (los conservadores) sienten antes la amenaza o el miedo a lo desconocido, y necesitan tener las cosas claras. Pues parece que es una variante en el gen DRD4 la clave que nos predispone a ser progresistas o conservadores. Quienes tienen esa variante del gen liberan la dopamina (un neurotransmisor) en el cerebro de manera tal que no sienten tanto miedo. Son progresistas genéticos.

palabras con historia 

Son progresistas quienes combaten los mecanismos esclavizadores de la miseria, la ignorancia y la supresión autoritaria de procedimientos democráticos.

Fernando Savater (1947)

Un progresista es un hombre con ambos pies firmemente plantados en el aire.

Franklin D. Roosevelt (1882-1945)

Si aún queda una cierta capacidad de fijar criterios progresistas en la educación, que se aplique a introducir la enseñanza obligatoria de la descodificación mediática.

Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003)

Un progresista es una persona dispuesta a gastar el dinero de otro.

Carter Glass (1858-1946)

Un progresista sabe que lo único cierto en esta vida es el cambio, pero cree que el cambio puede dirigirse hacia un fin constructivo.

Henry A. Wallace (1888-1965)

Los mitos progresistas produjeron resultados desastrosos.

Jon Juaristi (1951)

La cuestión hoy no es si progresista o conservador, sino si constructivo o destructivo.

Steve Jobs (1955-2011)

¿No sería más progresista preguntar dónde vamos a seguir, en vez de dónde vamos a parar?

Mafalda

 Actividades

1. Los estudiantes de latín recordarán algo sobre los verbos deponentes, que tienen pinta de pasivos, pero que son activos. Uno de los más famosos es «gradior, gradieris, gradi, gressus sum», que significa dirigirse o andar. De esa raíz nacen palabras como progreso, progresista, gradual, agradar y degradar. Explica, a partir de su raíz etimológica, el significado de palabras como ingreso, regreso, congreso, gradiente, retrógrado, plantígrado, grada.

2. Los cambios revolucionarios pueden tener lugar en distintos aspectos de la vida y la cultura. Ordena cronológicamente y define en dos líneas cada uno de los siguientes:

? Revolución industrial

? Revolución bolchevique

? Revolución científica

? Revolución neolítica

? Revolución francesa

3. Puntúa las citas recogidas en el recuadro según su grado de proximidad a posturas conservadoras (un cero) o progresistas (un 10). ¿Con cuáles de ellas te sientes más identificado?

4. La película «El gatopardo», obra maestra de Luchino Visconti, está protagonizada por Alain Delon, Claudia Cardinale y Burt Lancaster. Aquí puedes ver la escena en que Tancredi (Alain Delon) pronuncia la famosa frase: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi»: goo.gl/B3dOmd

Si te fijas en los labios, verás que ninguno de los dos habla en italiano. ¿Eres capaz de descifrar en qué idioma habla cada uno?

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