Excarcelada Ahed Tamimi, símbolo de la resistencia a la ocupación

J. Gómez Peña MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Ahed Tamimi, tras se liberada la madrugada del miércoles.
Ahed Tamimi, tras se liberada la madrugada del miércoles. AMMAR AWAD | REUTERS

Con solo 11 años se encaró por primera vez a una soldados israelí, cinco años más tarde abofeteó a otro tras ser herido su hermano, acción que la llevó a la cárcel. Ahora figura en la lista de presos liberados

30 nov 2023 . Actualizado a las 17:28 h.

En la lista de los 30 prisioneros palestinos liberados la madrugada de este jueves por el Ejército de Israel hay un símbolo. Se llama Ahed Tamimi. Su rostro decora muros y carteles de Gaza y Cisjordania. Tiene ya 22 años, pero siempre será la niña pelirroja que con su manos se enfrenta a los soldados hebreos. Para los suyos, Ahed es el ejemplo de la resistencia. Para el Gobierno de Netanyahu, en cambio, es un personaje incómodo que nada tiene que ver con la imagen del terrorista contra el que luchan.

Tras su liberación, la joven, muy desmejorada, explicó las «difíciles condiciones» a las que ha estado sometida en prisión, y aseguró que las autoridades israelíes han amenazado con matar a su padre, que se encuentra también encarcelado, según informa el portal de noticias Al Quds.

Bisnieta, nieta, hija, hermana, sobrina y prima de activistas que llevan su apellido, el origen de Ahed Tamimi está en Nabi Saleh, una localidad de la Cisjordania ocupada por colonos judíos. En su infancia suenan los tiroteos entre los dos bandos. «Los niños no pueden ir diariamente a los colegios porque hay puntos de control, siempre existe el riesgo de que los cojan presos o los maten en el camino», contó durante un viaje a Madrid en el 2018. Dejó otra frase: «Los niños de Palestina no tenemos ilusiones y sueños como los del resto del mundo. Siempre hay algo que nos impide cumplirlos». A esa condena unió un mensaje de esperanza: «Estoy segura de que nuestra generación va a acabar con la ocupación». «El futuro —pronosticó— va a ser mejor». Lo dijo tras salir de la cárcel y antes de volver de nuevo a prisión.

Nació en el 2001, en un nuevo siglo que seguía metido en la ciénaga del anterior, en el interminable conflicto entre palestinos e israelíes. De Ahed Tamimi se supo ya con 11 años. Era un cría delgada, de cabello rizado y el puño en alto sobre el kufiya (pañuelo palestino). Se encaró con un soldado: «¿Dónde has llevado a mi hermano?».

La escena subió de tono un año más tarde. La misma niña mordió la mano del militar judío que, metralleta en mano, mantenía contra el suelo a su hermano, al que acusaba de haberle lanzado piedras. El chaval tenía un brazo enyesado.

Las cámaras de la opinión pública internacional la enfocaron definitivamente cuando tenía 16 años.  Las movilizaciones en su ciudad ya no eran solo porque los colonos hebreos se habían quedado con los pozos de agua. A eso se sumó que Donald Trump, presidente entonces de EE.UU., acababa de anunciar el traslado de su embajada a Jerusalén, la ciudad sagrada.

Los enfrentamientos se sucedieron en Nabi Saleh. Entre los heridos estaba uno de los hermanos de Ahed. Una pelota de goma lanzada por los agentes israelíes le desfiguró el rostro para siempre. Ahed no se contuvo. En compañía de una amiga, arremetió con los dos soldados que vigilaban su casa. Determinada. Abofeteó a uno.

El vídeo rebotó por las redes sociales. Ya era un símbolo de la contestación palestina. Una adolescente que lucha con sus manos contra uno de los mejores ejércitos del mundo. Tres días después fue detenida. No la arrestaron por su acción, sino por la repercusión mediática que tuvo. Desde los sectores más extremistas de Israel se afeó la falta de reacción del soldado abofeteado. Sintieron que una niña había avergonzado al Ejército. Una mujer, joven, sin velo y pelirroja que podría ser de cualquier país y que es palestina. Rompía el estereotipo del terrorista típico de Hamás.

Familia militante

Acabó entre rejas. Soportó en silencio los interrogatorios. Sin someterse. Había escuchado junto a la chimenea de su casa mil historias de torturas y muertes. Sus bisabuelos ya lucharon por Palestina en la guerra de 1948. Su padre, Bassem, casi murió tras una paliza en prisión. Su tío Dushdi falleció tras recibir un tiro en la espalda.

Ahora, los jóvenes como ella reclaman su turno en este combate que se alimenta del odio entre palestinos y judíos.

Ahed Tamimi cumplió ocho meses de condena y al salir de la cárcel, en julio del 2018, inició un viaje reivindicativo por muchos países para defender la causa palestina. «Ser un símbolo es muy duro. Sé que me pueden encarcelar o incluso asesinar», dijo. El pasado 6 de noviembre volvió a ser detenida; esta vez, por «incitar al terrorismo» con un mensaje en las redes que, según Israel, decía: «Os masacraremos y diréis que lo que Hitler os hizo fue una broma». Ella lo niega.