Una guerra con miles de muertes imposibles de verificar

Mikel Ayestaran JÁRKOV / COLPISA

INTERNACIONAL

Un soldado de Azov  herido, en el hospital de campaña montado en un búnker de la acería de Azovstal, en Mariúpol.
Un soldado de Azov herido, en el hospital de campaña montado en un búnker de la acería de Azovstal, en Mariúpol. AZOV REGIMENT PRESS SERVICE

Localizan 44 cadáveres entre los escombros de un edificio bombardeado en marzo cerca de Izium, en la región de Járkov, una de las zonas más castigadas por los rusos

10 may 2022 . Actualizado a las 21:58 h.

«La cifra real supera a los datos que tenemos ahora mismo en miles», son las palabras de Matilda Bogner, responsable de la misión de derechos humanos de las Naciones Unidas en Ucrania, y se refiere a los civiles muertos en la guerra.

El balance oficial del organismo internacional es de 3.381, pero existen «agujeros negros como Mariúpol donde es muy complicado tener acceso para poder corroborar la información», pero se teme miles de muertos solo en esa castigada ciudad. 

Esas lagunas se extienden a todos los frentes abiertos como el de Járkov, al Este del país, en el que las autoridades ucranianas localizaron 44 cadáveres entre los escombros de un edificio bombardeado en marzo en Izium.

Oleg Sinegubov, responsable de la municipalidad, explicó en su cuenta de Telegram que «todas las víctimas son civiles». Izium es un punto estratégico ya que se encuentra a medio camino entre las ciudades de Lugansk y de Járkov.

El organismo internacional lamenta las dificultades para poder verificar el número de civiles muertos. Algo parecido ocurre con los combatientes de ambos lados ya que las bajas de los uniformados son una especie de secreto de estado. Desde Kiev elevan a 26.000 el número de soldados rusos muertos en combate. Desde Moscú el último balance de bajas enemigas lo hicieron a mediados de abril y entonces lo fijaron en 23.367. Números imposibles de contrastar de manera independiente.

En las aldeas liberadas en el frente de Járkov se pone nombre y apellido a esas estadísticas. Uno se topa cara a cara con los cuerpos de decenas de soldados rusos en los prados próximos a las carreteras de pueblos como Olhovka. Son cuerpos hinchados con el paso de los días, cubiertos por moscas y que se pudren al sol de la primavera. Los rusos desplegaron aquí su artillería para castigar Járkov, que está a apenas 18 kilómetros.

Desde este lugar, conocido antes de la guerra por ser una escapada perfecta para un pícnic a orillas de su lago, el enemigo tenía a tiro el centro de la segunda ciudad de Ucrania. Dos vehículos blindados de transporte de tropas calcinados dan la bienvenida a Olhovka. Junto a la Z rusa, todavía visible, se distingue ahora el logotipo del Batallón Azov. Este era el puesto de control establecido por las tropas de Rusia y una vez se supera se entra en una aldea que es una sucesión de casas de campo machacadas.

Vladimir y Zina Zuprum han resistido aquí toda la ocupación. Se sienten afortunados porque solo una mitad de su casa está destrozada, al menos les quedan tres habitaciones cubiertas. «No hay gas, ni electricidad, ni agua corriente, tenemos que ir a una fuente a medio kilómetro de casa, cocinamos con leña y vivimos gracias a la ayuda que grupos de voluntarios nos han traído en los últimos días», cuenta Zina con lágrimas en los ojos.

En el huerto donde antes había zanahorias y patatas ahora hay dos cráteres. Su marido muestra el esqueleto de su ZAZ, el coche de fabricación ucraniana que compró en 1984 y que un incendio ha convertido en chatarra. No tienen teléfono, están incomunicados y desconocen el paradero de su hijo y nietos.

«Vivimos con el miedo en el cuerpo, pensando que los rusos pueden volver en cualquier momento», confiesa Zina. Enferma de cáncer y con problemas de movilidad, ella se quedó porque no tenía capacidad de afrontar una arriesgada salida por el campo en mitad del fuego cruzado. Su marido permaneció a su lado.

Avance ucraniano

En apenas veinte minutos se llega de nuevo a Járkov, donde el avance ucraniano se traduce en una reducción de los ataques de artillería rusos. «No van a volver de momento, hacia el norte hemos logrado alejarles a 20 kilómetros de la ciudad y avanzamos paso a paso con el objetivo de obligarles a retroceder otros veinte, justo hasta la frontera. También en el flanco Este ha tenido que replegarse», informa el capitán Volodímir Chaika, uno de los combatientes que ha participado desde el primer día en la defensa de Járkov.

«Estamos ganando la batalla, nuestros hombres están mucho más motivados porque defendemos nuestra patria y tenemos el apoyo total de la gente y del mundo», afirma el uniformado en medio de un mercado reducido a escombros en el barrio de Saltivka, el más castigado por el enemigo. Cuando callan las armas regresan los civiles, aunque a lugares como este el regreso es puntual, solo se acercan para ver si sus casas siguen en pie y se dan la vuelta.

Aunque Rusia insiste en que su objetivo en esta «operación especial» se centra en el Dombás, los combates en Járkov son feroces y, según el ministerio de Defensa de Moscú, lograron derribar un avión ucraniano Su-25 y tres drones cerca de la localidad de Novaya Dimitrovka, en la ruta sur que lleva a ese Dombás en el que día a día se endurecen los enfrentamientos, un Dombás en guerra abierta desde el 2015 y que es el centro de la estrategia rusa para blindar su frontera.