China juega a dos bandas, pero es la clave del conflicto

Zigor Aldama AGENCIAS / COLPISA

INTERNACIONAL

ENNIO LEANZA

Pekín censura mensajes de apoyo a Ucrania, pero se reafirma en su postura de no injerencia y rechaza la guerra

28 feb 2022 . Actualizado a las 20:00 h.

Ni apoyo, ni condena. China, el país con más influencia en el conflicto entre Rusia y Ucrania, se mueve sobre arenas movedizas. Y el régimen, caracterizado siempre por un pragmatismo que se puede resumir como «mejor comprar que ocupar», no está cómodo con la explosión de testosterona de Vladímir Putin. Pero se niega a considerarla una invasión. «Rusia es un socio estratégico, pero no estamos alineados», ha comentado el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Wang Wenbin. «No es la situación que queríamos ver en Ucrania», había dicho antes. No obstante, China ha comenzado a censurar mensajes de apoyo a Ucrania en redes sociales.

De momento, la postura oficial del Gobierno chino se resume en cinco puntos: respeto a la soberanía de Ucrania, crítica a la «mentalidad de Guerra Fría» que ha llevado a la OTAN a acercarse a Rusia, exigencia de contención a todas las partes para preservar vidas, apuesta por la vía diplomática para buscar una solución y el otorgamiento de un papel crucial al Consejo de Seguridad de la ONU, en el que Rusia tiene un poder de veto que utilizó al inicio de la invasión para evitar la condena de sus acciones militares.

A esos puntos, expresados por el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, China ha sumado la denuncia de las sanciones económicas contra Rusia. Lo que no está claro es cuánto tiempo podrá mantener Pekín esta indefinición, porque el gigante asiático se ve como el colchón económico de Rusia frente a las sanciones impuestas por los poderes occidentales tradicionales. A pesar de lo aventurado que es analizar una situación tan volátil, los expertos coinciden en señalar que China podría ser un destino alternativo para los productos energéticos rusos, como el gas natural del que depende Europa, y que su sistema bancario alternativo al SWIFT —el CIPS—, podría servir a las entidades financieras rusas para continuar comerciando en el mercado internacional.

Pero lo cierto es que esos cambios no se llevan a cabo de la noche a la mañana. Por un lado, la infraestructura gasística de Rusia a China no está tan desarrollada como la que va a Europa —el NordStream—, y, aunque el pasado día 4 Moscú y Pekín cerraron un acuerdo para que la primera suministre anualmente 10.000 millones de metros cúbicos de gas a la segunda durante las próximas tres décadas, los planes para el nuevo gasoducto necesario para alcanzar ese volumen son a dos o tres años. Por otro lado, la alternativa rusa al SWIFT, el SPFS, apenas aglutina a una veintena de bancos extranjeros. En el CIPS sí que participan unas 1.200 entidades de cien países, pero todavía está en su infancia y utiliza SWIFT para sus mensajes. Podría ser independiente, pero aún no ha llegado a ese punto. Injerencia Además, prestar apoyo a un país que viola claramente el principio de no injerencia en terceros países que China mantiene a capa y espada, sentaría un peligroso precedente político para el Partido Comunista. Eso sí, la coyuntura para los dirigentes chinos tiene una doble lectura: la alianza con Rusia puede serles útil en su creciente enfrentamiento con Estados Unidos y en la consolidación de un nuevo eje de influencia global, pero también supone el apoyo tácito a los movimientos separatistas de Donetsk y Lugansk, cuya independencia ha reconocido Putin, en claro contraste con su exigencia de que el mundo no se inmiscuya en asuntos domésticos como los de Hong Kong o Taiwán.

Así, China se enfrenta a un dilema mucho mayor que el planteado por la victoria de los talibanes en Afganistán. Pekín siempre ha condenado con rotundidad las invasiones de Estados Unidos por el mundo y no ha protagonizado ninguna desde la de Vietnam en 1979. Aunque se ha enfrentado en escaramuzas con India en zonas fronterizas, China siempre ha abogado por la colaboración comercial y la globalización que la han convertido en la segunda potencia mundial. Busca un bienestar compartido y abandera en política el «win-win» empresarial. Pero, ahora, la actitud de Putin puede obligarle a tomar partido. Sin duda, de lo que decida hacer dependerá el desenlace del conflicto.