Macron, en el centro de Europa

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

27 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con unas elecciones presidenciales muy complicadas la próxima primavera, y no pocos problemas internos, Emmanuel Macron quería hacer que en estos meses todo girase en torno a su figura en el plano internacional. No hay duda de que lo está consiguiendo, si bien ese protagonismo no siempre haya sido para bien. La alianza militar AUKUS (Australia, Reino Unido, Estados Unidos), que dejó a Francia fuera y supuso la cancelación de una lucrativa venta de sus submarinos a Australia, significó una dolorosa humillación para el presidente francés. La pelea con Gran Bretaña por los derechos de pesca en aguas británicas se puede decir que ha acabado en un empate. El intento de resolver de un plumazo otro conflicto con los británicos, el de la emigración clandestina a través del canal de la Mancha, ha resultado, indirectamente, en tragedia. Desmantelar los campamentos irregulares en la costa francesa solo ha servido para intensificar el flujo y, consecuentemente, también el número de muertes.

El Tratado del Quirinal es una iniciativa todavía más ambiciosa de Macron para situarse en el centro de la política europea. Porque, aunque se presente como un acuerdo entre iguales, es Francia y no Italia quien ocupa el asiento del conductor. El tratado, que empezó a gestarse hace años, había quedado varado por la llegada al poder en Italia de los populistas de izquierda y derecha con los que los choques fueron constantes, desembocando en una grave crisis diplomática. Ahora, con Mario Draghi al frente del Gobierno italiano, el acuerdo llega para Macron en el momento perfecto, cuando está a punto de desaparecer de la escena política la líder extraoficial de la UE, Angela Merkel. Asegurándose el apoyo sistemático de Italia, Macron espera poder atenuar el previsible giro «frugal» del nuevo Gobierno de coalición alemán. Y también espera avanzar en su proyecto de modelo de defensa europeo al margen de la OTAN. Más allá de su europeísmo, esta iniciativa tiene una vertiente económica para Francia, porque permitiría dar salida a su importante industria armamentística.

Mientras tanto, en Italia, este acuerdo un tanto feudal de vasallaje se entiende como un mal menor. Muchos temen que el precio va a ser un mayor grado de satelización de las empresas italianas con respecto a las francesas. Operaciones como la fallida compra del grupo Fincantieri por el gigante de construcción naval francés Chantiers de l’Atlantique a principios de este año van a ser más fáciles tras este acuerdo. Pero con su deuda, sus crisis políticas y su vulnerabilidad geoestratégica (a los italianos les preocupa el control que Turquía ejerce sobre Libia, de donde procede el gas que consumen), Roma prefiere tener a París de aliado en Europa.

También a la propia UE le conviene el tratado franco-italiano, este acuerdo entre la segunda y la tercera economía de la Unión oficiado bajo los auspicios del centrismo y la tecnocracia. Pero el proyecto es tan ambicioso como frágil, puesto que depende de que Draghi se mantenga en el poder y, más difícil todavía, de que Macron renueve su mandato.