Taiwán, entre la ambigüedad y el error

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

JONATHAN ERNST | Reuters

23 oct 2021 . Actualizado a las 10:29 h.

La cuestión China-Taiwán y la posición de Estados Unidos en ese asunto son de esa clase de complejidades diplomáticas que requieren de algunas explicaciones. Desde el fin de la guerra civil en 1949, China considera a Taiwán una parte de su territorio en rebeldía. Por su parte, Taiwán no reconoce al Gobierno comunista de Pekín, pero tampoco se ha declarado nunca independiente. Esto facilitó las cosas a Washington cuando inició su histórico acercamiento a China Popular. Estados Unidos se inventó entonces lo que se conoce como «Política de una sola China»: Washington reconoce a China, pero no su soberanía sobre Taiwán. Por otra parte, no reconoce a Taiwán, pero mantiene con ella relaciones comerciales y le vende armas. Simple.

Que la política taiwanesa de Estados Unidos sea complicada, sin embargo, no excusa que el presidente Biden no la conozca bien o la confunda constantemente. Porque es así como hay que entender casi todas sus declaraciones sobre este asunto: como confusiones y errores suyos que sus asesores tienen que apresurarse a aclarar. En su momento, Biden dijo que Estados Unidos y China «tienen un acuerdo sobre Taiwán». No lo tienen. La «Política de una sola China» norteamericana no está consensuada con Pekín. Este mantiene el «Principio de una sola China», que, aunque suena casi igual, implica que Taiwán es parte de su territorio. Y ahora Biden acaba de hacer otra declaración explosiva: que Estados Unidos está obligada legalmente a defender a Taiwán en caso de que China la ataque. Tampoco es así. Estados Unidos solo está obligada a vender material militar a Taiwán para asegurar su defensa. Respecto a intervenir con su propio Ejército, Washington mantiene oficialmente una «ambigüedad estratégica», consistente en no aclarar si lo haría o no. Las declaraciones de Biden hicieron pensar que se había producido un cambio de posición, pero el desmentido inmediato de uno de sus colaboradores vuelve a poner las cosas en su sitio: Biden ha vuelto a confundirse.

Dicho esto, lo que sí es cierto es que la cuestión de Taiwán ha ido cambiando con el tiempo y ya no está donde estaba. El apogeo económico de China parece haber alcanzado su techo y esto, paradójicamente, se ve con preocupación entre los analistas militares occidentales, que creen que Pekín podría querer aprovechar los años que le quedan de ventaja para intentar hacerse con Taiwán; sobre todo porque en Pekín existe la percepción (correcta o incorrecta) de que Estados Unidos ha iniciado también su propio declive, como certificaría su humillante retirada de Afganistán. El hecho indudable es que China ha fortalecido considerablemente su Marina de guerra y está ya construyendo su tercer portaviones. Últimamente, ha estado enviando aviones a la zona de seguridad de Taiwán, aunque la lógica militar dicta, en principio, que, de querer invadir Taiwán, China haría mejor disimulando sus intenciones. En definitiva, China también juega a la «ambigüedad estratégica», como el propio Taiwán o Estados Unidos. Mientras todos ellos permanezcan instalados en ese plano, no habrá peligro. El problema es que la ambigüedad, por su propia naturaleza, raramente permanece estable.