Un conservador con corazón minero

Pablo L. Barbero BERLÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Pilar Canicoba

Armin Laschet sucede a Merkel en la línea de un conservadurismo moderado y fiel a la UE

25 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El nuevo rostro de los conservadores alemanes representa, por un lado, la Alemania más abierta. Nacido en la ciudad de Aquisgrán, cerca de la frontera con los Países Bajos y Bélgica, Armin Laschet fue europarlamentario, habla perfectamente francés y se considera un europeísta convencido. Pero, al mismo tiempo, es un símbolo de la política más regional. Laschet suele presentarse como un tipo familiar muy arraigado a su tierra, Renania del Norte-Westfalia. Padre de tres hijos, se considera un hombre sencillo y amante de las tradiciones, como los famosos carnavales de Colonia, donde disfruta como un vecino más.

De cualquier modo, el político conservador que sucede a Merkel como aspirante a la Cancillería es un experimentado en la arena política. Nació en 1961 en el seno de una familia de fuertes raíces católicas y de valores conservadores. Su padre fue minero antes de convertirse en maestro de escuela y su madre destacaba por su activismo en la iglesia local.

Laschet fue un estudiante más bien mediocre, pero terminó la carrera de Derecho y trabajó como periodista antes de establecerse como abogado y lanzarse a la política. Primero fue concejal de Aquisgrán (1989-2004), más tarde miembro del Bundestag (1994-98), del Parlamento Europeo (1999-2005) y finalmente del parlamento estatal del land de Renania del Norte-Westfalia (desde 2010).

En el 2017 se convirtió en presidente regional de este land, el más poblado de Alemania y antiguo feudo socialdemócrata. Dos años más tarde se convertiría en jefe de la Unión Cristianodemócrata (CDU), después de que Annegrett Kramp-Karrenbauer, delfín de Angela Merkel, fracasara en su objetivo de relanzar el partido.

Su carrera la ha logrado sin grandes apoyos externos y a base de esfuerzo y dedicación. Merkel le dio su bendición en el 2015, cuando apoyó sin reservas a la canciller en su decisión de acoger a cientos de miles de migrantes de Siria y Afganistán durante la crisis de refugiados del 2015.

Comparte con ella una extraordinaria capacidad de trabajo: no se levanta de la mesa de negociación hasta llegar a un acuerdo. Pero también ha protagonizado desencuentros con su predecesora.

Laschet optó por una interpretación más laxa de las restricciones que Merkel en la primera ola, aunque luego tuvo que rectificar e impuso el primer confinamiento estricto del país. Estos vaivenes deterioraron en parte su imagen de gestor.

Como líder de la CDU ha promovido cambios de calado, como el establecimiento de un código ético más severo entre los miembros del partido a raíz de los últimos escándalos de corrupción que llevaron a la expulsión de tres parlamentarios por negocios fraudulentos con mascarillas. «Nos hemos vuelto demasiado cómodos», dijo recientemente.

De conseguir la Cancillería, Laschet quiere poner el acento en la protección del clima y promover un ministerio digital, al tiempo que aboga por simplificar la compleja burocracia alemana.

En contraposición con Markus Söder, el derechista bávaro con quien protagonizó un agónico pulso por la candidatura, Laschet representa un conservadurismo moderado, de tono conciliador y en línea con el legado de Merkel. «Solo ganaremos si nos mantenemos fuertes en el centro», repite. Promete garantizar las grandes líneas de la política exterior alemana: fidelidad a la UE, al eje franco-alemán y priorizar los lazos con EE.UU.

Tras resolver el entuerto de su candidatura, solo tiene puesta la vista en las elecciones del 26 de septiembre. La CDU cuenta con una intención de voto en torno al 27 %, lo que no le garantiza la gobernabilidad. Hasta entonces Laschet tiene como reto quitarse de encima la fama de político poco carismático y convencer a la opinión pública de que es un hombre de Estado más allá de su amada tierra renana.