Berlín dice adiós a su pista de baile

Patricia Baelo BERLÍN

INTERNACIONAL

cedida

Tras 106 años, Clärchens Ballhaus ha echado el cierre por tiempo indefinido

20 ene 2020 . Actualizado a las 08:26 h.

Espejos rayados, sillas destrozadas y restos de papel pintado en la pared, pero sobre todo, un suelo de madera desgastado por el uso. Sin duda todos estos elementos forman parte del encanto de Clärchens Ballhaus, una de las salas de baile más antiguas de la capital alemana. Situada en pleno centro de Berlín, abrió sus puertas el 13 de septiembre de 1913 bajo el emperador Guillermo II, justo a tiempo para dar la bienvenida al tango en la potencia europea. Desde entonces, y a excepción de las dos guerras mundiales, no ha cerrado ni un solo día, convirtiéndose así en un símbolo de libertad y ocio tanto para berlineses como para turistas.

Clärchens Ballhaus rebosa historia. Durante más de un siglo ha pasado de ser el lugar donde se encontraban las viudas de la guerra para olvidar sus penas, a deleitar de incógnito con las melodías cubanas prohibidas por los nazis, y finalmente a abrazar los géneros musicales más diversos tras la caída del Muro de Berlín. Los lunes por la noche salsa, los martes tango, los miércoles swing, los jueves clásico, los viernes y sábados miscelánea, y los domingos té antes de mover el esqueleto. El salón de baile con restaurante incorporado que le debe su nombre a su primera propietaria, Clara Bühler, apodada Clärchen (Clarita), ha resistido a todo.

Hasta ahora, cuando la legendaria sala ha anunciado que echa el cierre por tiempo indefinido por reformas. Bajo el lema «Quédense con un buen recuerdo», Clärchens Ballhaus, que fue escenario de la película Inglorious Bastards, de Quentin Tarantino, y visitada por los príncipes británicos Guillermo y Catalina en el 2017, celebró su última fiesta hace dos fines de semana. Lo hizo al ritmo de Abba y con una fila de gente para entrar que daba la vuelta a la manzana. Una de las nostálgicas que no quiso perdérsela fue Christiane, que acudía a tomar el té y bailar con amigas cada domingo desde hace un lustro.

«Da miedo que alguien posea una propiedad inmobiliaria sin que se pronuncie acerca de cuáles serán sus planes para el local», critica la mujer, de 47 años. Al igual que a muchos otros aficionados, a Christiane le preocupa el hecho de que a Clärchens pueda ocurrirle lo que a la mayoría de los lugares del barrio de Mitte, en el corazón de Berlín, que a lo largo de la última década han caído presas de los especuladores inmobiliarios, quienes han comprado edificios enteros y los han reconvertido en lofts de lujo. Eso mismo le pasó al centro cultural alternativo Tacheles, que se encontraba a solo un par de calles de allí y fue desalojado en 2012.

«Temo que un lugar popular, familiar y accesible para todos como este se pueda transformar en un sitio elegante para clientes adinerados», asegura Marion Kiesow, autora de un libro sobre la sala. Por lo pronto, los dos gerentes de Clärchens Ballhaus, David Regehr y Christian Schulz, y el resto del personal han sido despedidos. «Tenemos que hacer obras en dos fases. Primero hay que renovar el sistema de detección de incendios», explica Yoram Roth, el inversor berlinés que adquirió el salón de baile hace un año. Después tiene intención de reformar la cocina, para ampliarla, los servicios y los sistemas de ventilación.

Mientras tanto, más de 6.600 personas, incluidas personalidades del mundo del arte y la cultura, han firmado una solicitud en Internet en la que instan al propietario y fotógrafo de origen judío a mantener el carácter histórico del local. «Clärchens representa el corazón fuerte y resistente de Berlín Mitte. Por favor, ¡garantice que siga latiendo por todos!», reza la petición.