Al margen de Sinaloa o CJNG, aproximadamente una decena de grupos mantienen una relevante implantación territorial. Todos tienen una vinculación con su lugar de origen. Por ejemplo, los Arellano Félix en Tijuana o la Familia Michoacana en Michoacán. De estos últimos también surgieron los Caballeros Templarios, con una característica cuasi religiosa.
Ciudad de México siempre se consideró un oasis en el que no entraban los grandes carteles pero tiene sus propios grupos delictivos como la unión de Tepito, el cartel de Tlauac o el de Iztapalapa. Los expertos coinciden en que no parece que el actual Gobierno de López Obrador tenga una estrategia clara para poner fin al crecimiento de los grupos criminales. Sus antecesores fallaron. Los carteles siguen multiplicándose.