Los conservadores bullen por el cambio de dirección de su líder y al laborista los suyos le observan con sospecha
04 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.La primera reunión entre Theresa May y Jeremy Corbyn fue «constructiva» y concluyó con la creación de un equipo técnico que desbrozará la negociación antes del encuentro de los líderes y de sus asesores, que se podría celebrar hoy. La búsqueda de consenso con la oposición ha creado gran revuelo en el Partido Conservador. May y Corbyn enunciaron antes de la cita cuáles son sus objetivos. Para la primera ministra, un acuerdo con la oposición laborista es posible porque (a diferencia de los independentistas escoceses, los liberal-demócratas y otros grupos) están comprometidos en su programa electoral con el cumplimiento del resultado del referendo del 2016.
Corbyn señaló que en su negociación con May su intención es defender la propuesta de su partido de establecer una unión aduanera permanente, mantener alineamiento con regulaciones del mercado común y también con normas sobre derechos de consumidores y de empleados, más la cooperación en seguridad y en agencias europeas que el Gobierno también desea.
Las diferencias entre las dos partes no son insalvables. Políticos irlandeses ya predecían en el 2016 que la solución británica al brexit sería una unión aduanera con otro nombre. Para la líder tory firmar un plan que incluya una unión aduanera permanente, como la propuesta por los laboristas, crearía graves problemas por la renuncia a negociar tratados comerciales como país independiente. Corbyn ha de obtener esa concesión porque es lo requerido por los jefes sindicales. Entre sus objetivos no ha incluido un segundo referendo o unas elecciones generales. El cálculo con respecto a los comicios quizás es compartido con los tories que creen que un acuerdo con unión aduanera dejaría a May sin capacidad de gobernar.
Las primeras consecuencias de su invitación a Corbyn para encontrar un plan conjunto que concluya la primera fase del brexit fueron un ascenso de la libra y la trigésimo quinta dimisión en el Gobierno. La libra ascendió y descendió ayer con respecto al euro, pero la curva de las dimisiones, que ha batido todos los récords, añadió, la 36, a un oscuro secretario de Estado. Nigel Adams. El dimitido salió de su oscuridad con una actuación cómica en la sesión de preguntas a la primera ministra. Tras recordar que representa a la población de Selby y que allí la mayoría votó por el brexit, preguntó a May, tras lograr con su pausa dramática el silencio de la Cámara, hasta cuándo Selby tiene que aguantar una estación sin acceso para discapacitados. Fue el momento jocoso de una sesión con despliegue de rabia conservadora. Julian Lewis, que ha votado siempre contra el acuerdo de salida, reprochó a May que en el pasado decía que «una marcha sin acuerdo es mejor que un mal acuerdo» pero ahora «se acerca a diputados laboristas» para bloquear una salida sin acuerdo.
Nueva votación
La Cámara de los Comunes avanzó en la tramitación de una ley que obligaría al Gobierno a solicitar una prórroga la próxima semana si no hay acuerdo antes del día 10. El inicio de la tramitación fue aprobado por 312 votos contra 311. Una enmienda que proponía nuevas votaciones indicativas el lunes para buscar un consenso deparó un 310-310, el primer empate desde 1993, anulando la propuesta.