«El EI ha sido borrado de la faz de la tierra»

MIKEL AYESTARAN JERUSALÉN / COLPISA

INTERNACIONAL

Combatientes  kurdos victoriosos ondean sus banderas amarillas en Tel Abyad, en la provincia de Raqqa (Siria) después de tomar el control de la zona. En primer término, una mujer soldado sonriente y portando un misil
Combatientes kurdos victoriosos ondean sus banderas amarillas en Tel Abyad, en la provincia de Raqqa (Siria) después de tomar el control de la zona. En primer término, una mujer soldado sonriente y portando un misil RODI SAID| Reuters

Los kurdos confirman el final del califato yihadista tras completar la limpieza del último reducto del Estado Islámico en la localidad de Baghuz tras dos meses de combates

24 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El califato ha terminado, pero la guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) sigue adelante como explicó en el discurso de la victoria el comandante de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazloum Kobani: «Pedimos ayuda a nuestros aliados para empezar una nueva fase en la lucha contra los terroristas de EI y así eliminar por completo la amenaza local y mundial que suponen sus células durmientes». 24 horas después de que lo adelantara Donald Trump, las FDS declararon «la total eliminación del supuesto califato y una derrota territorial del Dáesh al cien por cien», según un comunicado difundido por su portavoz, Mustefa Bali.

Tras una noche de explosiones y disparos, que sembraron dudas en torno al anuncio de Trump, a primera hora de la mañana los mandos kurdo árabes subieron al edificio más alto que queda en pie en Baghuz después de dos meses de combates e izaron la bandera amarilla de esta milicia que combate con apoyo de la coalición internacional que lidera Estados Unidos. Así comenzó una jornada de celebración por la victoria militar contra el último feudo que quedaba en manos del Dáesh, de duelo por los miles de combatientes caídos y de incertidumbre por el futuro que le depara a esta parte de Siria si Trump decide retirar sus tropas.

La enorme bandera amarilla ocupó el lugar de la enseña negra de los yihadistas en medio de un paisaje desolador. Los seguidores del califa pasaron de controlar ciudades enteras a vivir en un campamento miserable en el que han resistido decenas de miles de personas los dos últimos meses de ofensiva.

Desde enero más de 67.000 personas salieron de este reducto ahora muerto, entre ellas 5.000 yihadistas que fueron detenidos, según las cifras ofrecidas por las FDS. Los civiles, sobre todo familiares de yihadistas, fueron trasladados a campamentos. Muchos de los combatientes detenidos y de sus familiares evacuados son extranjeros y ahora se espera que sus países de origen se hagan cargo de ellos.

Tras la celebración de un primer acto simbólico en las ruinas de Baghuz, la ceremonia se trasladó a la base de Al-Omar y arrancó con el himno nacional de Estados Unidos. En un acto televisado, el comandante Kobani demostró que está mirando al futuro y tuvo mensajes directos para los Gobiernos de Damasco y Ankara, que están atentos a la posible retirada militar estadounidense.

Kobani pidió al presidente sirio, Bashar el-Asad, el reconocimiento de una administración regional autónoma kurda en la zona nordeste del país y trasladó a Turquía, que considera «terroristas» a las FDS, la necesidad de que abandone el territorio sirio, especialmente el cantón kurdo de Afrín. El comandante recordó que «11.000 de nuestros combatientes han muerto y 21.000 han resultado heridos en esta guerra».

El 29 de junio de 2014 fue la fecha elegida para informar al mundo del establecimiento del califato y el 23 de marzo del 2019 quedará marcado como el día del final del sueño de los yihadistas de establecer un Estado propio en el corazón de Oriente Medio. Cuatro años y ochos meses en los que han pasado de controlar una superficie equivalente a Reino Unido, con ciudades como Mosul o Raqqa, a estar tirados en tiendas de campaña en una pequeña franja de tierra junto al Éufrates en Baghuz. Cuatro años y ocho meses que solo han supuesto un paréntesis en la trayectoria de un grupo nacido en Irak tras la invasión estadounidense del 2003 y que vuelve a la clandestinidad, el escenario que mejor controla.

El Estado Islámico sigue enraizado en Irak, un año después de la victoria

S. Benhaida

Como las Fuerzas Democráticas Sirias (FSD) este sábado, Irak declaró hace más de un año la victoria sobre el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Sin embargo, quedan adeptos que siguen matando y poniendo bombas en un país que continúa siendo un caldo de cultivo de yihadistas.

Derrotado militarmente, el grupo ultrarradical que en el 2014 se apoderó de casi un tercio de Irak y de extensos terrenos en Siria, ya no dispone de ningún territorio habitado. Aún así, no ha perdido su poder destructor, en un país que espera una reconstrucción evaluada en 88.000 millones de dólares. Atrincherados en zonas montañosas o desérticas, sus efectivos disponen de refugios inaccesibles para las fuerzas de seguridad. «Todos los días hay operaciones contra células durmientes», afirma a la AFP el general Najim al Juburi, que dirige las operaciones en la provincia de Mosul. La coalición internacional anti-EI sigue llevando a cabo bombardeos en Irak, en un contexto de enormes desafíos. Desde la reconquista de Mosul en julio del 2017, las tropas han detenido a «2.500 terroristas» en enfrentamientos y registros, pero el ejército iraquí también ha perdido soldados. Los yihadistas «perpetraron 55 ataques con bomba contra la policía y dañaron varias instalaciones eléctricas», explica.

Al Bagdadí, de califa terrorista a prófugo en el desierto

Abu Bakr Al Bagdadi, el hombre más buscado del mundo, perdió su «califato», antaño tan grande como Reino Unido, y se halla escondido en el desierto sirio, mientras que su Estado Islámico (EI) no es más que un puñado de células clandestinas. Quien un día presidiera los destinos de siete millones de habitantes, en Siria e Irak, solo dirige hoy a tropas dispersas que ni siquiera pueden localizarle.

Estados Unidos ofrece 25 millones de dólares por la captura del jefe yihadista de 47 años, cuya muerte se ha anunciado varias veces, sin confirmarla nunca. El iraquí, que padece diabetes, resultó herido al menos una vez. Tras haber sobrevivido a varios ataques aéreos, hace honor a su apodo, el fantasma. «Solo está rodeado de tres personas: su hermano Jumuaa, mayor que él: su chófer y guardaespaldas, Abdelatif Al Juburi, a quien conoce desde la infancia, y su mensajero, Seud Al Kurdi», afirma a la AFP Hisham Al Hashemi, especialista en movimientos yihadistas.

Una única aparición

Juntos, se encuentran en la región de la Badia, una zona desértica que va desde el centro de Siria hasta Irak. Que se sepa, Bagdadi solo ha hecho una única aparición pública, en julio del 2014, en la mezquita Al Nuri en Mosul, arrebatada en julio del 2017 al grupo EI. Desde entonces, se ha limitado a pronunciarse en grabaciones sonoras divulgadas por la propaganda de su organización. La última, en agosto del 2018, ocho meses después de que Irak declarara haber ganado su guerra contra el grupo EI.

Según la periodista Sofia Amara, Al Bagdadi fue encarcelado en Bucca en el 2004, tras haber creado un grupo yihadista poco significativo. Esta prisión levantada por los estadounidenses y donde estaban encerrados dignatarios del régimen de Sadam Husein y de la nebulosa yihadista, fue apodada como la universidad de la yihad. Allí, «todo el mundo se dio cuenta de que ese tipo tímido era un fino estratega». Tras ser liberado por falta de pruebas, juró lealtad a Abu Musab Al Zarqawi, bajo la tutela de Al Qaida, antes de convertirse en el hombre de confianza de su sucesor, Abu Omar Al Bagdadi. Y tomó el relevo en el 2010. Incluyó en sus filas a exoficiales de Sadam Husein, que lo ayudaron a transformar su grupo de guerrilla en un verdadero ejército. Redenominado Estado Islámico, su organización suplantó a Al Qaida, y sus éxitos militares y su cuidada propaganda terminaron atrayendo a miles de seguidores de todo el planeta.