Lisboa se pone por las nubes

Begoña Íñiguez LISBOA

INTERNACIONAL

Plaza del Comercio de Lisboa, uno de los lugares más turísticos de la capital portuguesa
Plaza del Comercio de Lisboa, uno de los lugares más turísticos de la capital portuguesa BEGOÑA ÍÑIGUEZ

En pleno bum turístico, sube 44 puestos entre las ciudades más caras

09 jul 2018 . Actualizado a las 00:57 h.

La capital portuguesa está de moda. Ha sido considerada el mejor destino turístico europeo de ciudad del 2018, por segundo año consecutivo. Celebridades como la cantante Madonna la han escogido para vivir, aunque en contrapartida sus precios se han puesto por las nubes. Según un estudio, de la prestigiosa consultora Mercer, el último año Lisboa ha subido 44 posiciones en el ránking de las urbes más caras del mundo, situándose en el puesto 93, superando a ciudades consideradas caras hasta la fecha como la capital sueca, Estocolmo.

Atrás ha quedado la idea de que la ciudad del Tajo es barata y que con poco dinero se puede comer bien, pasar unos días y residir. «Nada más lejos de la realidad, estoy impresionada con lo caro que está todo, la gasolina, el gas, la electricidad... y no digamos los colegios y los pisos, nadie me había advertido», señala a La Voz María José, una expatriada española, recién llegada, que vive un auténtico calvario para encontrar un piso de dos o tres habitaciones en el centro de la ciudad para residir con su familia. Otra de las cosas que se pregunta es cómo consiguen los lisboetas vivir y pagar sus facturas. «Tienen unos sueldos mucho más bajos que en España y Lisboa no es más barata que Madrid, al contrario», dice.

Según el estudio de Mercer, Lisboa está entre las 10 capitales más caras del mundo en lo que se refiere a la gasolina y el gasoil y entre las 35 primeras de la lista en el precio de la vivienda. Alquilar un piso de tres habitaciones, T3, en la zona centro, Príncipe Real, Campo de Ourique, Avenidas Novas, Estrela, Lapa, Alvalade, ronda los 2.800-3.000 euros al mes, que se disparan en el Chiado, entre los 3.500-4.000 euros de media. Quien quiera alquilar un piso de dos habitaciones, T2, tendrá que desembolsar al menos 2.000 euros al mes. Por eso hay muchos lisboetas, como Paulo y Cristina, un matrimonio con dos hijos residentes de alquiler desde hace 10 años en el barrio Campo de Ourique, que han decidido cruzar el puente 25 de Abril e irse a vivir a Corroios (Almada) por no poder pagar el alquiler: «Ahora pagamos 950 euros al mes y recibimos el otro día una carta de los propietarios, antes de finalizar nuestro contrato, comunicándonos que no lo van a renovar, sospechamos que lo alquilarán a turistas». «Hemos estado buscando y no conseguimos en Lisboa un piso similar al nuestro, de tres habitaciones, por menos de 2.500 euros, y en barrios peores, no nos queda otra que irnos a vivir a 15 kilómetros», confiesa Paulo.

Alquileres turísticos

Uno de los motivos que han propiciado que los propietarios echen a sus inquilinos al finalizar sus contratos es para alquilar a turistas en plataformas internacionales como Airbnb. Les resulta mucho más rentable ante la gran demanda de visitantes. Cada vez hay más lisboetas que piden al ayuntamiento, dirigido por el socialista Fernando Medina, que tome cartas urgentes en el asunto, controle los alquileres turísticos y evite la huida masiva de lisboetas hacia ciudades dormitorio del área metropolitana, mucho más baratas, como está ocurriendo.

«Nos sentimos abandonados por nuestros gobernantes, parece que las celebridades y los inversores franceses, brasileños, chinos y de otros países que deciden invertir y vivir Portugal, para disfrutar de los beneficios fiscales que se les ofrece, cuentan más que nosotros, portugueses; es una tristeza, como sigamos así en dos o tres años esto estará todo copado por extranjeros ricos», comenta Paula Gomes en un café cercano al Jardín da Estrela. Y añade: «Menos mal que el café, los pasteles y los platos del día, en las tabernas de barrio, continúan con el mismo precio, si no, no sé que haríamos». «Cada vez más huyo de las zonas turísticas, de sus cafés y restaurantes porque se han puesto por las nubes, han perdido autenticidad y viven por y para el turista», concluye Paula.