Doble juego de Italia para pacificar la convulsa Libia

Dario Menor ROMA / COLPISA

INTERNACIONAL

FETHI BELAID | AFP

Roma negocia con dos líderes militares antagónicos para poner fin al flujo de inmigrantes

27 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Antes le pagabais a Gadafi a cambio de que impidiera la inmigración hacia Europa. Pagadle ahora a los diez Gadafis que han ocupado su puesto para que hagan lo mismo». Italia se ha tomado al pie de la letra la recomendación que le hicieron sus colegas europeos en un encuentro en el que se habló sobre la convulsa Libia. Si el lunes pasó por Roma el general Abdulrahman al Tawil, jefe militar del Gobierno de unidad nacional liderado por Fayez Serraj -reconocido por la ONU pero que solo controla Trípoli-, ayer le tocó el turno a su antagonista, Jalifa Haftar. «Hombre fuerte» de la Cirenaica, este exgeneral gadafista se reunió con la ministra de Defensa, Roberta Pinotti, y con la cúpula del Ejército. Recibiéndole en Roma, el Gobierno de Paolo Gentiloni legitima a Haftar de cara a las negociaciones para la nueva transición política que quiere abrir la ONU al tiempo que evita un enemigo para la presencia italiana en Libia, pues hasta hace poco amenazaba con ataques contra intereses de la excolonia.

«Haftar ya ha estado en Moscú o en Emiratos Árabes, pero que se le abran las puertas del poder en Roma o en París, donde estuvo el pasado julio, es diferente», explica Mattia Toaldo, investigador del European Council on Foreign Relations. «Obtiene legitimación política sin ceder un milímetro en el terreno político, pues sigue sin reconocer al Ejecutivo de Trípoli. En cualquier caso siempre ha habido un canal abierto con Haftar a través de los servicios secretos, que están dirigidos por Alberto Manenti, que precisamente nació en Libia. Haftar dice que son amigos».

La visita del líder de la Cirenaica responde al plan de Roma para poner fin a la llegada de inmigrantes desde las costas del país norteafricano. El ejecutor de esta estrategia es el ministro del Interior, Marco Minniti, un tipo pragmático que fraguó un pacto con las milicias que controlan las ciudades desde donde parten las embarcaciones.

Les ofreció dinero para que abandonaran el negocio y se sumaran a la nueva Guardia Costera libia que el Gobierno de Trípoli trata de poner en marcha con ayuda italiana. «Convirtió a señores de la guerra en controladores de las puertas de Europa. Es un acuerdo precario, pues los interlocutores de Roma son grupos mafiosos e inestables que son continuamente desafiados», advierte Toaldo. Pese a estas dificultades, el pacto de momento funciona.

Desde principios de año y hasta el 25 de septiembre hubo un 21,5 % menos de llegadas que en el mismo período del año anterior. La disminución se debe sobre todo a la gran reducción en julio (-51 %) y agosto (-81 %), los meses transcurridos desde la entrada en vigor del acuerdo cocinado por Minniti, que, aunque no recibió ayer a Haftar en Roma, sí que lo visitó a principios de mes en Bengasi.

El general libio aspira a emular a su gran mentor, el egipcio Abdelfatah al Sisi, y pasar así de caudillo militar a líder político. Para ello debe aprovechar la estrategia planteada por el enviado de la ONU en Libia, Ghassan Salamé, que espera alcanzar un acuerdo entre Serraj y Haftar que abra las puertas a la celebración de elecciones en el 2018. El objetivo parece difícil, pero hay indicios de que el ambiente está cambiando en Libia.