Una política exterior caótica y peligrosa

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

04 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Donald Trump está sembrando el caos en la política exterior de Estados Unidos. Algunos temían que optase por una política de apaciguamiento con Rusia; algo que, en sí mismo, no es malo. Pero el problema real ha resultado ser otro. No que la política exterior de Trump sea equivocada sino que no tiene ninguna. No que la haya planteado mal sino que la improvisa cada día, expresándose a golpe de tuit como si fuese un troll en un foro de Internet. No que esa política sea peligrosamente agresiva, sino que es peligrosamente contradictoria.

Trump dice y se desdice. Insinúa que Corea del Sur deberá defenderse sola para luego amenazar con una guerra nuclear a Corea del Norte. Deja caer que Taiwán ya no puede contar con la protección de Washington frente a Pekín y luego uno de sus asesores dice que espera ir a la guerra con China «antes de diez años». Trump ha hablado de llevar su embajada en Israel a Jerusalén -una ciudad que, legalmente, no está en ese país- y ahora su portavoz reprende a Tel Aviv (aunque sea tímidamente) por la construcción de asentamientos que son ilegales precisamente porque están en Jerusalén. Anuncia una política de control migratorio pero le cuelga el teléfono al primer ministro de Australia, el país más predispuesto a apoyarle en ese aspecto.

Ruptura del código diplomático

A mucha gente el lenguaje de la diplomacia le parece pacato, excesivamente cuidadoso. No entienden que su función es poder decir las cosas más graves sin escalar los conflictos. Es un código en el que mostrar «contrariedad», por ejemplo, es estar a punto de romper relaciones diplomáticas. Decir, como ha dicho Trump a Irán, que «está jugando con fuego» o mencionarle la guerra nuclear al régimen paranoico de Corea del Norte tiene consecuencias. Son amenazas directas a las que estos países responderán intensificando sus programas militares.

Al mismo tiempo, los mensajes confusos, contradictorios e improvisados que Trump envía a sus aliados no hacen sino erosionar la política de alianzas en la que, en realidad, se basa el poderío norteamericano. Que mucha gente no sepa cómo funciona la diplomacia es comprensible. Que una de esas personas sea el presidente de Estados Unidos es tan inaudito como peligroso.