La campaña deja ver un país enfrentado que se asoma al abismo de una división creciente
04 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Desde las 7 de la mañana hasta las once de la noche, los italianos votarán hoy a favor o en contra de la reforma de la Constitución vigente desde 1947. Sea cual sea el resultado del referendo, las consecuencias serán importantes para el futuro de un país que en estas semanas se ha ha asomado profundamente enfrentado al abismo de la división civil. Durante la jornada de reflexión de ayer la prohibición de pedir el voto no fue respetada por ninguna de las dos partes, que se acusaron mutuamente de continuar la campaña sobre todo en las redes sociales. Los medios se hacían eco, además, del mitin de cierre de campaña de Matteo Renzi en Florencia y de las últimas declaraciones de Silvio Berlusconi insinuando la posibilidad de fraude en el recuento de votos, mientras mostraban también los argumentos de unos y otros con títulos como «Guía para votar».
Solo la victoria del sí salvará y reforzará políticamente a Matteo Renzi que, en caso de derrota, será víctima de su táctica al haber querido centrar la campaña en torno a su persona. La desafortunada frase de «si pierdo el referendo, dimito» se convirtió en un arma arrojadiza en su contra, de la que se han hecho eco sus opositores y a la que se agarrarán en caso de victoria del no. Solo el presidente de la República, Sergio Mattarella, podrá no aceptar su dimisión para que presida un Gobierno técnico hasta la celebración de elecciones.
Si eso ocurre, el escenario que se puede abrir en Italia no está claro y la tan temida inestabilidad podrá frenar otras reformas. El Movimiento 5 Estrellas (M5E), bien situado en las encuestas, no quiere perder la ocasión de ganar unas elecciones y presionará para adelantarlas. Entre los conservadores, solo la Liga Norte las quiere porque Matteo Salvini aspira a convertirse en el líder de una derecha huérfana de Berlusconi, que, aunque ha aprovechado la campaña para anunciar que vuelve, no puede concurrir a elecciones por sus problemas judiciales.
Además de las formaciones de la oposición como el M5E de Beppe Grillo o Liga Norte de Salvini, el no a la reforma ha aglutinado a variopintos personajes, ideológicamente muy lejanos. Ex jefes de Gobierno tan distintos como Massimo D'Alema o Mario Monti han anunciado su voto en contra. Para ambos, el papel del futuro Senado es el punto débil de la reforma. Un argumento similar al que han sostenido juristas y constitucionalistas como Stefano Rodotá. Dentro del Partido Democrático, Renzi ha encontrado reticencias a su reforma en un grupo de políticos curtidos como el propio D’Alema y Pierluigi Bersani pero también en el ala más izquierdista, que no ha dudado a la hora de participar en mítines y actos organizados por la izquierda más radical. La división dentro del PD puede tener duras consecuencias para el futuro si gana el sí, ya que muchos temen la vendetta de Renzi, actual secretario general.
La división del país sobre el referendo se ve también en las posturas enfrentadas de artistas y escritores. Roberto Benigni y Susanna Tamaro están por el sí, pero Tony Servillo y Andrea Camilleri son defensores del no.
Así cambiará Italia con la reforma
La reforma que mantiene en vilo a Europa tiene, sobre todo, dos aspectos destacados: la modificación del Senado y el cambio de las relaciones entre el Estado central y las regiones. Estos son sus rasgos principales.
Fin del bicameralismo. Renzi pretende poner fin al conocido como «bicameralismo perfecto», un sistema que otorga las mismas competencias a la Cámara de Diputados que al Senado. Para ello convertirá al Senado en un órgano de representación territorial sin capacidad para legislar ni para votar la investidura de un nuevo Ejecutivo. De aprobarse la reforma, solo la Cámara de los Diputados podrá legislar. El objetivo último es facilitar la gobernabilidad ya que, hasta ahora, los Gobiernos debían ser investidos por ambas cámaras, lo que provocaba la caída de muchos. El Senado se limitaría a representar a las instituciones territoriales y a ejercer de nexo entre el Estado y las regiones o la UE. Pasará de tener 315 miembros a 95.
Recentralización. La reforma también persigue devolver al Estado una veintena de competencias desempeñadas por las regiones, entre las que se cuentan las cuestiones energéticas, infraestructuras estratégicas, políticas laborales, Protección Civil o la gestión de puertos y aeropuertos. El objetivo es evitar duplicidades y aclarar las competencias de cada nivel administrativo, tras décadas de contenciosos ante el Tribunal Constitucional.
Golpe a las provincias. Renzi también persigue acabar con la división del país en 110 provincias, cuyas funciones se han visto notablemente mermadas.