«Siempre me has dado más. Eres la suerte de mi vida»

alexandra fernández PARÍS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

DERRICK CEYRAC | AFP

Francia descubre la correspondencia de François Mitterrand a Anne Pingeot, su amante secreta durante 33 años

18 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si detrás de un gran hombre se esconde una gran mujer, en el caso de François Mitterrand esa mujer escondida es Anne Pingeot. La existencia de la amante del expresidente francés fue un secreto a voces desde que se conocieron en 1961, cuando él tenía 46 años y ella 19, a pesar de que los detalles del largo idilio nunca fueron revelados hasta el pasado 13 de octubre.

En la víspera del centenario del nacimiento de Mitterrand (1916-1996), la editorial Gallimard anunció la publicación de dos libros con la historia hasta ahora desconocida sobre la pasión oculta del entonces presidente. Por un lado, Cartas a Anne, que recoge su correspondencia con la historiadora de arte entre 1962 y 1995, y, el documento más íntimo, Diario para Anne, un cuaderno de poemas, textos y collages que Mitterrand elaboró para su amante entre 1964 y 1970. Este último revela una cara oculta del político francés: un hombre enamorado, sensible e inocente, muy diferente de la figura de carácter férreo que representó durante los 14 años de su mandato. Hasta ahora, la existencia de tales escritos fue cuidadosamente guardada por Pingeot, siempre discreta ante el escrutinio público. Pese al amor que le profesó Mitterrand a Pingeot, nunca rompió su matrimonio.

Un trabajo faraónico

Decenas de cajas de zapatos. En otoño de 2015, Anne Pingeot decidió revelar su secreto al editor Jean-Loup Champion, de la editorial Gallimard. Durante una comida en su casa, la antigua conservadora del Museo d’Orsay sacó decenas de cajas de zapatos en las que escondía la prueba del incansable amor que le profesaba Mitterrand. En total, 22 cuadernos del diario y 1.218 cartas. Durante un año, Pingeot transcribió y editó las cartas, un trabajo faraónico al que se comprometió desde el comienzo del proyecto. A pesar de su labor e implicación en la publicación, Pingeot optó por retirarse al extranjero durante la promoción de los dos libros. Tras años de silencio, la amante de Mitterrand prefirió, como siempre lo ha hecho, mantenerse en las sombras; aunque, esta vez, haciendo justicia al romance que ocultó durante más de medio siglo.

«Corazón dolorido»

Los largos monólogos de la felicidad. Diario para Anne relata una vida paralela lejos del palacio del Elíseo. Si bien se aprecian silencios entre sus escritos durante los momentos más duros de su presidencia, Mitterrand mantuvo una fidelidad a su elaboración casi tan firme como la que dedicó a Pingeot. En él recogió en largos monólogos los momentos más felices de la pareja, aunque también sus dudas e inseguridades. «Tenía el corazón dolorido», comienza la página del 22 de julio de 1965, junto al recorte de una imagen de un hotel de la villa de Luçon. «Amar es un sufrimiento. Un estado extraño. Hoy, tras cuatro días, un mal indistinto me oprime. ¿Es la perspectiva de una nueva y larga separación? ¿Es la vaga impresión de que tu fatiga podría ser desánimo? Tengo, sin embargo, en mí tus palabras, diez veces repetidas en la zapatilla entre Port-Navalo y Saint-Jean, “te amo, te amo” y te creo. ¿Entonces?»

Mazarine, el gran regalo

«Aceptar lo inaceptable». La única hija de los amantes fue condenada a la clandestinidad desde su nacimiento en 1974, hasta su primera aparición pública en el funeral del jefe de Estado. Pingeot confesó durante una entrevista ayer que su «sumisa» educación le empujó a «aceptar lo inaceptable» y esconder a Mazarine. «Mi familia estaba una o dos generaciones atrasada en el tiempo. Era el campo, muy reaccionario, muy de derechas» explicó Pingeot, procedente de una familia católica conservadora del sureste francés. «Una mujer debía ser sumisa y no tener una vida intelectual», añadió, a pesar de que admitió que su romance de 33 años con Mitterrand le ayudó a «avanzar en otra dirección». Si bien en vida nunca se supo de su existencia, los pasajes dedicados a Mazarine son testigo de que Mitterrand nunca estuvo falto de amor por su única hija. «Qué regalo me has hecho», escribió el 5 de septiembre de 1995. Unos días más tarde, en la última carta que dirige a Anne, el presidente, enfermo tras una larga batalla (también secreta) contra el cáncer, escribe: «Siempre me has dado más. Eres la suerte de mi vida».