Venezuela, entre la prisa y la dilación

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

08 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El problema ahora para Venezuela es cómo encontrar nuevas narrativas, tanto para el chavismo como para el antichavismo. Las que existen en la actualidad, producto de la confrontación, son un obstáculo para el futuro democrático del país. La del chavismo ha sido, y sigue siendo, la narrativa de la revolución. Aunque Hugo Chávez fue construyendo un sistema político dentro de la legalidad y asentado en victorias electorales, siempre afirmó que su proyecto era revolucionario, y esto es un problema porque las revoluciones son incompatibles con las normas de una democracia, en la que nada es para siempre.

Nunca estuvo muy claro cómo pensaba el chavismo defender esa revolución una vez las urnas le diesen la espalda. Ahora lo sabremos. Nicolás Maduro ha jugado a la ambigüedad: usó una retórica de confrontación durante la campaña, pero ha aceptado los resultados. Ese fue un detalle positivo, pero se está viendo empañado por las declaraciones de otros líderes chavistas que vuelven a recurrir al discurso de la resistencia. Si se libra de esas tentaciones, el chavismo tiene ahora la oportunidad de reinventarse como movimiento político de izquierda. Considerando que el MUD, el frente opositor, es una coalición heterogénea de fuerzas que antes o después se irán decantando en distintas direcciones, un post-chavismo que no sea mesiánico podría todavía tener un papel importante en el futuro de la democracia venezolana. El apego a ese discurso de la revolución, sin embargo, lo hace muy difícil.

Narrativas iguales

Por razones distintas, tampoco la narrativa de la oposición es demasiado constructiva. En cierto sentido, ha sido un espejo de la del chavismo: un todo o nada en el que el contrario carece de ninguna legitimidad y debe ser desplazado del poder de cualquier forma -ambos bandos han recurrido al golpe de Estado en algún momento, por ejemplo. Lo cierto es que aunque, efectivamente, el chavismo es un movimiento con tics totalitarios, estas elecciones demuestran que no todo era arbitrariedad. Justamente por eso podrían ser un buen punto de partida para una reconciliación que se hará indispensable antes o después.

Ayer, sin embargo, ya comenzaban los primeros escarceos: la oposición aseguraba públicamente haber superado la crucial cifra de los dos tercios de la Asamblea Nacional antes de que la Comisión Electoral lo confirmase. Deslegitimar a la Comisión Electoral no parece una buena idea por parte de quien ha ganado las elecciones. Está claro que la oposición tiene prisa por echar abajo el edificio político del chavismo. Pero tanto la prisa de la oposición como las maniobras dilatorias del chavismo suponen, en la situación actual de Venezuela, un riesgo que sería inteligente evitar.