La refundación de los militantes

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

13 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en Gran Bretaña las casas de apuestas se equivocan es que ha ocurrido algo verdaderamente inesperado. Desde luego, la victoria de Jeremy Corbyn en la carrera para dirigir el Partido Laborista lo es. No se trata ya de que los corredores de apuestas de Londres llegaran a ofrecer 200 a 1 contra él; es que incluso el propio Corbyn daba a entender que no esperaba ganar y que se conformaba con «dar voz a la izquierda del partido». Los medios de comunicación no han dejado de publicar artículos atacándole, los humoristas se han puesto las botas riéndose de su izquierdismo «ochentero» y su falta de glamur... Y sin embargo ha ganado. En realidad, arrasó.

El Partido Laborista cuenta ahora con el líder más radical que ha tenido en toda su historia, un hombre partidario del desarme nuclear unilateral y quizás de la salida de Gran Bretaña de la OTAN. Corbyn es en sí mismo la estampa viva de sus ideas, algunos dirían que casi su caricatura: vegetariano, abstemio, sin coche propio, austero hasta el ascetismo, mortalmente serio y profundamente solidario con casi cualquier causa progresista imaginable. Ayer, sus incondicionales le recibían en triunfo cantando «La bandera roja». En su casa, Tony Blair, el hombre que sacó el socialismo del Partido Laborista e introdujo las celebraciones con champán, probablemente se frotaba los ojos.

La explicación: la crisis del Partido Laborista ha resultado ser mucho más profunda de lo que ya parecía. Blair acostumbró al partido a ganar a costa de cualquier renuncia ideológica, pero el post-blairismo no tiene nada que ofrecer cuando se pierde repetidamente, como ha venido sucediendo los últimos años. Por otra parte, hay un voto nuevo en Gran Bretaña, como en el resto de Europa: el de los jóvenes y los activistas radicalizados frente a las políticas de austeridad. La rigidez del sistema electoral británico hace que esas voces tengan que expresarse a través de un partido tradicional, y el votante indignado ha tomado al asalto el Partido Laborista. El dato: la mayoría de los militantes actuales se han afiliado en los últimos cinco años. Es un partido nuevo.

El problema de Corbyn ahora es que ese partido nuevo no ha sustituido del todo al antiguo. El grupo parlamentario, trufado de centristas y blairistas le es claramente hostil y se puede crear una situación más que incómoda si los diputados no le obedecen. Se agita ya incluso el fantasma de una escisión. A juzgar por lo visto en la campaña de las primarias, también parece que Corbyn va a tener a la prensa en contra, y no ha mejorado las cosas seguramente al atacarla en su discurso de la victoria. Sobre todo, el nuevo líder tendrá que intentar borrar la idea de que es un candidato «inelegible» para primer ministro, como han insistido sus rivales durante toda la campaña; algo en lo que también coinciden las casas de apuestas de Londres. Cierto es que esta vez, al menos, se han equivocado.