Buenísimo pero vamos a ver qué nos toca, no creo que sea mucho. Yo, como Santo Tomás, ver para creer», opinaba una artista plástica. Más optimistas son los centenares de cubanos que hicieron cola durante horas en la oficina de la representación diplomática estadounidense con la esperanza de obtener un visado, bien de visita o definitivo, para viajar a EE.UU., que el próximo 20 de julio y tras 54 años de enemistad, dejará de ser oficialmente enemigo de Cuba.
«¡Perfecto! A ver si a partir de ahora nos facilitan los contactos familiares y quitan el visado», comenta la joven Sharay, presente desde las cinco de la mañana en el parque frente al cementerio de la calle Calzada y K esperando para tramitar su visado y reunirse con su esposo, un cubano que adquirió la ciudadanía estadounidense después de que en el 2010 entrara por la frontera de México para acogerse a la ley de pies secos-pies mojados que asiste con residencia y trabajo solo a los que piden asilo una vez puesto el pie en EE.UU.
«Como me nieguen el visado me lanzo al mar antes de que quiten esos privilegios y si ahora vamos a ser amigos seguro que eso viene pronto», indica un joven. Según datos de los guardacostas, las salidas ilegales aumentaron desde que los presidentes Castro y Obama anunciaron el 17 de diciembre el proceso de acercamiento. En poco más de seis meses y tres rondas oficiales de reuniones de altos funcionarios -cuatro si se cuenta la breve visita de Roberta Jacobson en marzo y el encuentro de ambos mandatarios en la Cumbre de Panamá-, sus Gobiernos están listos para pasar página.