Tsipras se resiste a aclarar con quién pactará si no tiene mayoría absoluta

mariluz ferreiro ATENAS / ENVIADA ESPECIAL

INTERNACIONAL

Una mujer en un puesto de reparto de comida, a cargo de una oenegé, en Atenas.
Una mujer en un puesto de reparto de comida, a cargo de una oenegé, en Atenas. Marko Djurica < / span>reuters< / span>

Marine Le Pen asegura que quiere que gane Syriza el domingo

21 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Las encuestas siguen vistiendo a Syriza como la novia del próximo domingo. El último sondeo, realizado por la Universidad de Macedonia para la cadena Skai, amplía la ventaja de la coalición de izquierdas a 6,5 puntos. Lograría el 33,5 % de los votos frente al 27 % de Nueva Democracia. Son varios los que empiezan a cortejar a la novia, pero Alexis Tsipras no acepta fácilmente pretendientes. Descarta pactar con el Pasok, con To Potami y con Kidiso, el partido creado para estos comicios por el ex primer ministro Papandreu. «No negociaré con fuerzas que llevaron a mi país a la catástrofe», aseguró en una entrevista a la televisión privada ANT-1. Y, apretando el acelerador, lanzó su todo o nada: «Necesitamos la mayoría absoluta».

Papandreu acaba de tender su mano a Syriza. No descarta «cooperar» con la formación radical, pero pone como condición que las reformas estructurales que propone Tsipras pasen por un referendo popular. Papandreu quiere el comodín de los referendos para reformas internas o negociaciones externas. Tsipras reniega del «sistema de intereses entretejidos entre los poderes económicos y políticos, un statu quo que gobernó Grecia de todos estos años». Y Papandreu, no solo para él, es un símbolo del statu quo. En la memoria de los atenienses pocos nombres materializan como el suyo la animadversión hacia los políticos que de la vieja guardia.

Tsipras no tiene aliados a la vista. Negociar con los neonazis de Amanecer Dorado o con los nacionalistas de corte conservador que conforman ANEL no es una opción. Y los comunistas del KKE, que previsiblemente también obtendrán representación en el Parlamento heleno, siguen negándose a apoyar a Syriza, a la que ya dieron la espalda tras las elecciones parlamentarias del 2012.

Mientras, el líder de la formación sigue lanzando sus redes en los caladeros del centro. Cada vez habla menos del euro, nada del dracma y más de reformas fiscales. Dosifica sus menciones a Bruselas y Berlín. Se arranca por Tesalónica y Atenas y promete suprimir el impuesto unificado sobre bienes inmuebles que aprobó el anterior Gobierno y que incluye la factura de la luz (o se paga todo o se corta la electricidad). Es su manera de sortear la campaña del miedo. Aunque Antonis Samarás, candidato de Nueva Democracia, contraatacó en un acto electoral: «No nos vamos a convertir en un soviet, el comunismo no va a ganar aquí». Ciertamente los comunistas en sentido estricto, el KKE, están lejos del triunfo, pero los expertos empiezan a ver cada vez más difícil que Samarás le de la vuelta a los sondeos.

En este escenario, Marine Le Pen dio ayer la sorpresa al declarar que espera que Syriza gane el domingo. «Eso no hace de mí una militante de extrema izquierda. No estamos de acuerdo con todo su programa, especialmente con la inmigración. Pero nos alegraríamos de su victoria», declaró. Considera que hay «una fractura en Europa» y que el pueblo debe levantarse «contra el totalitarismo de la UE.