El fin de los sueños de Barack Obama

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

06 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

En política suele ocurrir que cuando se espera una derrota electoral, la derrota acaba siendo mayor de la que se esperaba. Es lo que le ha pasado a los demócratas en Estados Unidos. Como contaban ya con un mal resultado en la Cámara de Representantes y en el Senado, sus fontaneros se habían esforzado en llamar la atención sobre las elecciones paralelas a gobernador, que es cierto que son un indicador mejor de por dónde pueden ir unas futuras presidenciales. Pero también ahí han sufrido una debacle. Esta es la verdadera noticia. Los demócratas no solo han perdido bastiones como Maryland, Illinois o Massachusetts, sino que varios de los candidatos por los que hizo campaña Hillary Clinton se han estrellado. Mal augurio para su más que probable candidatura a las presidenciales. En el caso de Obama, su presencia ha sido un auténtico «beso de la muerte» para los candidatos que se atrevieron a hacerse la foto con él, de ocho han caído cinco. Para acabar de arreglarle en día al presidente, la revista Forbes anunciaba ayer su elección de «el hombre más poderoso del mundo en 2014»: Vladimir Putin.

Para los republicanos la victoria es dulce. Por ponerle alguna pega, quizás sea incluso excesiva. Les llega en un momento en que carecen de líder claro y de un candidato presidencial reconocible. De entre los nuevos gobernadores surgen nuevos nombres que pueden simplificar la búsqueda o avivar una lucha interna. Por otra parte, el control de la Cámara y el Senado otorga un poder no exento de riesgos. Si se aprieta demasiado al presidente, dificultando la aprobación de los presupuestos o bloqueando sistemáticamente sus proyectos, puede dispararse ese instinto individualista de la sociedad estadounidense que simpatiza automáticamente con el hombre acosado por el sistema -incluso cuando ese hombre preside él mismo el sistema-. Es lo que sucedió en tiempos de Clinton y por eso ayer el nuevo líder republicano del Senado, Mitch McConnell, se apresuraba a aclarar que, en principio, no piensa cargar contra la reforma sanitaria de Obama ni bloquear los presupuestos. Habrá que ver cuánto dura esa no-beligerancia. Obama todavía puede atrincherarse con su derecho de veto y lanzar alguna iniciativa por decreto, pero eso tampoco gusta demasiado al pueblo norteamericano. Si acepta la mano tendida de McConnell, al presidente le esperan, en cambio, dos años de pura gestión y medidas de consenso, como la política comercial, y quizás una reforma fiscal pactada. Todo apunta a que, para Obama, el tiempo de los sueños ha llegado a su fin.

La victoria para los republicanos es dulce, quizás sea incluso algo excesiva