Entre la boina roja de Chávez y la nostalgia

antonio aragón / luis fiuza CIUDAD DEL CABO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

La incertidumbre sobre las elecciones de abril próximo tensiona al país

14 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«El país no arderá en llamas», asegura Desmond Tutu, pero muchos opinan lo contrario. Sudáfrica, líder en producción mundial de platino y oro, es la primera economía del continente, que crece a un ritmo de algo menos del 3 %, mientras que el desempleo aumenta, la criminalidad se mantiene en 50 asesinatos diarios y hay miles de muertes por violencia machista. Pero la desigual Sudáfrica no se entiende sin las imborrables secuelas del régimen más despiadado: el apartheid.

La joven democracia ganada por elCongreso Nacional Africano (CNA) de Mandela a cambio de una tenacidad infinita, tanto como la lista interminable de concesiones que tuvo que realizar a los afrikáneres, está ahora en una encrucijada. Y su guía se ha ido. En agosto del año pasado los trabajadores del campo y la minería dijeron basta. La rebelión terminó con la matanza de Marikana, uno de los capítulos más oscuros de la joven democracia. El asesinato de 34 mineros a sangre fría abatidos a tiros por la policía cuando demandaban mejoras en sus pésimas condiciones laborales estremecieron al mundo.

Ahora, y tras la muerte de Mandela, asoman las elecciones presidenciales. Marcarán el devenir del país en abril del 2014 y el presidente Zuma es el principal candidato a la reelección. Su gran aval reside en liderar el partido que tumbó al viejo régimen, que ganó todas las elecciones desde 1994 con más del 60 % de los votos. Sin embargo, la corrupción, la pérdida de apoyos de figuras clave y el hartazgo de la población han sepultado la popularidad de Zuma.

«Van a ser unas elecciones interesantes», anota Kelly Masoek, de 25 años, quien opina que «mucha gente está cansada del presidente por la corrupción, aunque también un gran porcentaje no sabe a quién va a votar. Los que tienen un mayor grado de educación no van a volver a votar al CNA».

Zuma tiene poco carisma y fue abucheado en el funeral de Madiba. Celebró su primer aniversario en el poder arrimando el ascua a China, el gigante que convirtió a Sudáfrica en la S de los BRICS: es la sensación que tiene Zayd Samsodien, de 39 años y ascendencia hindú. «Sudáfrica está hecha para cuidar de la gente rica mientras mucha gente duerme en la calle», asevera. Pero el problema de Zuma es otro. Nada menos que el hombre que un día fue su delfín: Julius Malema, el jovencísimo exlíder de las juventudes del CNA (tiene 31 años), ha irrumpido con su reciente formación Luchadores por la Libertad Económica (LLE).

Ferviente seguidor de Hugo Chávez, boina roja incluida, se jacta de sus excelentes relaciones con Cuba. «El LLE es la casa de los sintecho», declaró en un viaje a Zimbabue, país gobernado con mano de hierro por su también admirado Robert Mugabe. Acusa al CNA de ser un partido neoliberal, capitalista y de derechas. Bajo este axioma, su discurso populista promete «recuperar la dignidad de los negros» y asegura que expropiará granjas a los grandes terratenientes para que las trabaje el pueblo necesitado. También pretende atacar el capital nacionalizando bancos y otros sectores estratégicos, poniendo en la picota el sistema de propiedad privada.

El hombre que en el 2010 azuzó a unos estudiantes para que entonaran la canción Mata al bóer puede dar un giro al futuro del país. El 73 % de la población es de raza negra y tiene menos de 35 años. El 25 % están desempleados. Hay 6 millones de enfermos de sida. Miles de familias que viven de pequeñas subvenciones estatales no pueden acceder a la sanidad, tan prohibitiva como cualificada. En estos sectores, el discurso de Malema está calando. Y aumenta las susceptibilidades de una sociedad frágil, tan solo apuntalada por la figura de Mandela. El futuro de la nación del arco iris, como la bautizó Tutu, se pintará con boina o con nostalgia.