La interminable caída del imperio berlusconiano

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

17 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La caída de Berlusconi es un poco como la caída del Imperio Romano, un asunto que se ha ido alargando. El último episodio de este proceso de velocidad geológica es un clásico del repertorio berlusconiano: cuando veía que le iban a abandonar, se ha anticipado escindiéndose él antes. De este modo, lo que iba a ser la disolución de su Pueblo de la Libertad se convierte en la resurrección de su Forza Italia, el partido con el que entró en política en 1994. Es un regreso al pasado que Il Cavaliere quiso solemnizar leyendo exactamente el mismo discurso inaugural de hace casi veinte años.

Pero lo que pretendía ser emotivo resultó simplemente extraño, una especie de fenómeno paranormal de la política. Y para hacerlo todo más inquietante, entre el público que le escuchaba era perfectamente visible un doble suyo, aunque más joven. Era el Berlusconi de hace diecinueve años que aplaudía al Berlusconi de setenta y siete. El fantasma de las Navidades pasadas y el fantasma de las Navidades presentes cara a cara. En un momento determinado tuvo un desvanecimiento que requirió un vaso de agua, quizás por el cansancio, quizás del susto.

¿Qué posibilidades tiene Berlusconi ahora? Pocas, pero él considera que aún no está muerto políticamente. Angelino Alfano, el delfín que le ha traicionado, lo ha hecho únicamente para seguir en el Gobierno, pero si la vida ya da muchas vueltas, la vida política italiana da más. En su discurso, Berlusconi tuvo buen cuidado en dejar abierta la puerta a un entendimiento (su público no pareció captar la idea: al oír su nombre empezó a corear «¡Alfano, cabrón!»).

Las esperanzas de Il Cavaliere ahora se cifran en unas elecciones anticipadas en las que Alfano vuelva con él o se hunda en la irrelevancia, como les ha ocurrido a otros que le hicieron lo mismo.

Incluso comparado con Berlusconi, Alfano parece un maniobrero, lo que ya es decir, y su Nuevo Centroderecha presenta muchas incógnitas, empezando porque ese nombre ya estaba registrado en la oficina de patentes y marcas.

Pero incluso si Alfano no le ayuda a derribar el Gobierno Letta, Berlusconi confía en que lo haga Matteo Renzi, el alcalde de Florencia, que lucha por el poder con Letta dentro del Partido Democrático. En Roma nunca ha faltado un puñal envenenado, y en Florencia menos.

Pero para eso todavía tiene que superar Berlusconi otro obstáculo más, y es la decisión que se tomará el día 27 sobre si, ya condenado por corrupción, pierde su condición de senador y queda inhabilitado por dos años.

Lo tiene difícil, y esa puede ser su última batalla. Pero puede ser solo la penúltima. La solución el 27.