La primera traición de Maduro

leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El presidente cubano Raúl Castro se despide de Chávez.
El presidente cubano Raúl Castro se despide de Chávez. reuters< / span>

El chavismo suprime una parte de la Constitución que era esencial para su fundador. El nuevo presidente de Venezuela altera las condiciones de la próxima competición electoral

09 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El periodista de Slate, William J. Dobson, es también el autor de un libro titulado The Dictator´s Learning Curve en el que argumenta que, a diferencia de los dictadores del siglo XX, como los hermanos Castro, que evitan las elecciones agarrotados por el miedo cerval a perderlas, los dictadores del siglo XXI, como Chávez, son más desinhibidos y no temen someterse a las urnas cuantas veces sean necesarias.

El secreto estriba en que, en lugar de meter en la cárcel a los competidores, como hacían los tiranos de la vieja escuela, se les concede margen de acción al tiempo que se dedican energía, tiempo y dinero a arruinar sus opciones, volviendo en su contra las normas que rigen el proceso electoral. De ese modo, cuando llega el día de emitir el sufragio, es poco más que una puesta en escena. El resultado está decidido de antemano y no hay la menor posibilidad de que la alternancia se cuente entre las consecuencias.

Es lo que los académicos denominan autoritarismo competitivo, un sistema que se caracteriza por comicios de apariencia intachable pero desprovistos de la igualdad de oportunidades que exige la democracia. Y es lo que está sucediendo en Venezuela. Se hace difícil encontrar un ejemplo más claro de esa nueva modalidad de dictadura que el movimiento de los herederos de Chávez demoliendo la Constitución que ellos mismos aprobaron para nombrar «presidente encargado» a Maduro.

La medida persigue dotarlo de una visibilidad mayor que la que tendría si no disfrutara de la condición presidencial y, de paso, abortar la influencia que podría ejercer entre sus compañeros de filas el otro peso pesado del chavismo, Diosdado Cabello, en el caso de que se respetara lo que dice la Carta Magna. Se trata, por tanto, de una intervención descarada en las reglas con el fin de alterar las condiciones de la próxima campaña electoral eliminando la posible ventaja que tendría el candidato de la oposición si pudiera pelear en un plano de mayor igualdad.

Lo ocurrido es una seria advertencia a quienes pronostican un escenario de diálogo entre el chavismo y la oposición, como el que se produjo en España tras la muerte de Franco entre quienes lo heredaron y el bando democrático. Pero, sobre todo, es una traición flagrante a Chávez. El artículo que entrega la jefatura del Estado de forma interina al presidente de la Asamblea, en caso de sucesión, es carne de su carne. Se trata de una regla deliberadamente presidencialista que tenía por fin desalentar a los chavistas ambiciosos y disuadirlos de intentar golpes desde el Gobierno.

Cambiarla crea una situación paradójica en la que se prescinde sin miramientos de un aspecto primordial de su legado que estorba a la vez que se le convierte en objeto de un culto necrófilo para exaltar la devoción de los fieles.