La historia de una mandataria que volvió del dolor

La Voz

INTERNACIONAL

24 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La presidenta Cristina Fernández dispone de un amplio apoyo, motivado por la saneada economía argentina y el fuerte sentimiento de adhesión popular que logró tras la muerte de su esposo, Néstor Kirchner.

Pocos meses después de comenzar su gestión como jefa de Estado en diciembre del 2007, cuando sucedió a su marido, un feroz enfrentamiento con el sector rural desplomó su imagen positiva hasta quedar en apenas un 23 %. Aquel enfrentamiento con uno de los grupos de poder más fuertes de Argentina llevó a muchos a asegurar que esta abogada de 58 años no se recuperaría y que difícilmente alcanzaría a finalizar su mandato. De hecho, los candidatos kirchneristas perdieron abrumadoramente las elecciones parlamentarias del 2009 y con ellas el control del Congreso.

Pero un penoso acontecimiento daría vuelta a las cosas. El 27 de octubre del 2010, en su residencia de El Calafate en su provincia natal de Santa Cruz, al sur del país, un paro cardíaco terminó con la vida de Néstor Kirchner (60), su esposo y principal consejero político, y padre de sus dos hijos, Máximo y Florencia.

Para asombro de muchos, la viudez fortaleció a esta mujer que se veía tan golpeada, y desde los multitudinarios funerales por Néstor, su imagen se fue fortificando hasta alcanzar su mayor nivel de popularidad el pasado marzo, casi un 80 %.

La prueba de la solidez de su imagen se la dieron las primeras elecciones primarias, obligatorias en Argentina, del 10 de agosto pasado, cuando ganó por el 52 % de los votos, y su más cercano seguidor apenas alcanzó el 12 %.

A la periodista Sandra Ruso, que escribió un libro sobre su biografía, le confesó: «Desde que él murió, es como si yo hubiera profundizado esa tolerancia a la presión. Están esperando que me salga de la vaina, pero no me salgo fácilmente. Ahora ya no tengo el contrabalanceo con Néstor porque siempre cuando uno se sacaba, el otro contenía. Ahora tengo que hacerlo sola».

Fue a partir de la muerte del expresidente cuando ella decidió dar un giro en su forma de gobernar y en sus mensajes a la ciudadanía. Optó por el camino del diálogo sin renunciar a sus convicciones. Todavía mantiene la guerra que comenzó Kirchner con el grupo Clarín, pero tendió un puente con el sector agrario.

Tiene una casi nula relación con la prensa. No da ruedas de prensa. Prefiere los discursos, que en los últimos meses han sido tres o cuatro por semana y transmitidos por la cadena nacional de radio y televisión. Es decir, de difusión obligada para las emisoras.

Cristina Fernández continúa con el riguroso luto y cada tanto rompe en llanto en sus discursos cuando habla de «él», Kirchner. Soporta acusaciones de poseer miles de pares de zapatos, la última aseguraba que gastó 110.000 dólares en calzado en Nueva York, y de comprar bolsos de Louis Vuitton en sus giras presidenciales, y es que su aspecto le preocupa y la obsesiona. Va siempre maquillada. «Me pinto como una puerta», confesó alguna vez. Lleva el pelo arreglado, incluidas extensiones. Y usa ropa de diseño de alta costura. Lo cierto es que da una imagen de estar siempre bien, aún con lágrimas en los ojos.